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POR CAROLINA MENA SARAVIA

"Cada una de mis muñecas está pensada, lleva un nombre, tiene un porqué”, te mostramos el detrás de escena de un mundo de muñecas

Griselda Bevacqua nos muestra su arte y nos cuenta su historia de vida. ¡Te vas a emocionar!

"Cada una de mis muñecas está pensada, lleva un nombre, tiene un porqué”, te mostramos el detrás de escena de un mundo de muñecas

SALTA.- El arte actúa como un mágico hilo conductor de emociones, decanta sensaciones y funciona como canalizador y catalizador de fuerzas. Lo que sucedió a Griselda Inés Bevacqua fue un  fuerte shock de estos ingredientes conjugándose con la forma en que concibe cada una de sus creaciones, las muñecas a las que con sus manos, una a una, da vida desde que las imagina en su mente, a veces como un sueño y otras bajo los efectos de una repentina inspiración. “Cada una de ellas está pensada, lleva un nombre, tiene un porqué. Siento que algo sale desde adentro de mi ser, no sé cómo describirlo”, explica Griselda con pocas palabras este dar a luz a sus creaciones, y lo son, porque estas “creaturas” conservan su propia identidad, su personalidad y singularidad. Su proceso de producción es exclusivo, incluso hasta en los detalles más pequeños, aquellos que a la vista de cualquier improvisado pueden parecer insignificantes, pero de ningún modo lo son para el exigente estándar de calidad que posee Griselda.

“Mi hija Andrea murió cuando tenía quince días, en el año 96, iba a ser la más chiquita”, cuenta Griselda con resignación y entereza. “Vivía en Tartagal y enseñaba telar en la Escuela Francisco Tobar. Antes también hacía osos de peluche de distintos tamaños y los vendía”. El dolor por la repentina muerte de su hija a causa de una negligencia médica la llevó a peregrinar buscando la explicación de los motivos, y transitando por los distintos estadios del luto, casi simultáneamente, descubrió que otras familias pasaban por su mismo dolor, producto de circunstancias similares. “Sentía que me estaba volviendo loca, pero nunca dejé de hacer manualidades: tapices, peluches, paño lenci eran los elementos que usaba para hacer mis trabajos”.

“Las mamás no lloran, los nenes lloran”, le dijo una vez Fernando, su hijo, al verla estremecerse a escondidas cuando recordaba a Andrea. Así, como sin querer, fue levantándose poco a poco para comenzar a estudiar instrumentación quirúrgica, carrera que ejerció con pasión en el Hospital San Bernardo de Salta, y que decidió dejar hace ocho años para dedicarse de lleno a lo que descubrió como la razón de su vida: la docencia. “Cuando renuncié al hospital me di cuenta de que tenía un tesoro más grande que un título. Si me quedaba ahí, seguro que no hubiera crecido y creo que esto que hay en mí hubiera desaparecido para siempre”.

“Yo había estudiado con las adoratrices en Tucumán y me recibí de maestra de manualidades”, resalta Griselda, “llevo la docencia en la sangre”. En realidad, a medida que transcurre la conversación, la convicción de que el ánimo de ayudar es lo que predomina en la personalidad de Griselda, pronta a brindar un consejo o a acompañar el crecimiento de sus alumnas de la Escuela  El Puesto N° 7214 de la Agrupación de los Gauchos de Güemes, resalta ante todo. “Trato de que las chicas gasten lo menos posible y hagan productos que realmente a ellas les gusten”, remarca. Recuerda el caso de una de ellas, Laura, “que reforzó de tal forma su seguridad y confianza, que volvió a inscribirse a pesar de haber ido a acompañar a sus amigas el primer año. No solamente hacés manualidades, las chicas necesitan contención, quién no se sintió solo alguna vez, a mí me pasó. Siempre pensé que yo estaba acá por algo”.

Su innovación abarca también el reciclado de materiales, como botellas que se convierten en cajas multiuso con detalles realizados a crochet, bordados hechos especialmente en alforjas con una técnica única a “prueba de embates”, tapices elaborados con distintos puntos, artículos de blanquería con minucioso detalle en los bordados con nido de abeja y trabajos con materiales tan variados como maderas y hierros, todo confluye en un nutrido shock de ideas.

La vida de Griselda es una suerte de cuento de hadas, una luz para quienes alguna vez sintieron que todo estaba perdido. Quizá en cada una de las caritas redondas y juguetonas de sus muñecas, con sus rasgos únicos y característicos, se encuentren esbozados atributos y particularidades de quienes rodean su vida, porque el proceso para realizar cada una de ellas es tan singular que a veces los signos que definirán sus facciones esperan meses para cobrar vida, donde aguja en mano y por inspiración repentina surge la mirada despierta y vivaz de una nueva creación, como fue el caso de su muñeca Paola, que tomó los rasgos de una compañera de trabajo, previo pedido de autorización, cuya foto vio por el ícono de WhatApp.

 

 

Griselda tampoco se  deja ganar en paciencia y, como buena artesana que es, hace honor a ese savoir faire que caracteriza a los artistas, haciendo con sus propias manos no solo los detalles, torso, extremidades, ropa interior exquisitamente trabajada, enaguas, puntillas, vestidos… sino también los complementos de la vestimenta típica de cada una de sus creaciones, como es el caso del gaucho, que espera su turno pacientemente para que Griselda termine el curso de platería y así poder confeccionar la rastra y las botas de cuero como un verdadero criollo se merece. Mientras tanto, su “china” lo acompaña amorosamente en la espera.

“Ninguna muñeca es igual a otra, cada una tiene sus propios rasgos. Annie, María Antonieta, Paola, Isy, Frozen, Andrea y Lucía son distintas entre sí. Incluso algunas tienen sus propios accesorios, como triciclos, faroles y hamacas”, enfatiza Griselda, porque en este mundo, de tanto en tanto, no parece haber rasgos de fantasía, todo se ve, se toca y se aprecia de una manera tridimensional, soñada. “Me duele dejarlas ir, pero cuando me despido, me reconforta el alma. Me concentro tanto en el proceso de fabricación que no me doy cuenta del tiempo que transcurre. Siento que sale algo dentro de mí, que no sé describirlo”.

 

Cuando el sufrimiento golpea de tal forma que sacude el tronco y la copa del árbol de la vida, el cimbronazo no tiene miramientos, agita por igual y repercute a su alrededor el dolor. Pero los vaivenes del destino no tienen explicación, y es ahí cuando los resortes de la fe, sumados a los desafíos que brinda el porvenir ejercen de balsa salvadora para mecer en un primer momento de quietud los ánimos abatidos, acunando con paciencia el sentimiento que tarde o temprano aflorará para ser la contención de los dolores más lacerantes, la cura progresiva del alma.

 

Mientras estos pensamientos decantan en mí, tropiezo con un lienzo de la famosa creación de Adán, fresco de Miguel Ángel, cuyo original está estampado en el techo de la Capilla Sixtina. Me despido de Griselda con el convencimiento de que, por las noches, Dios toca a sus muñecas, una a una, con su dedo, transmitiendo su soplo de vida como un hálito de esperanza en un mundo mejor, y de que Andrea, su pequeña hija, vive un poquito en cada una de sus inigualables creaciones.

Por Carolina Mena Saravia para Voces Críticas

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GALERIA DE FOTOS DE LOS TRABAJOS DE GRISELDA ( Aquí podrás ver hasta los detalles de cómo elabora cada muñeca y algunas de sus otras creaciones) 

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 Detalle y amor en cada puntada, un mundo de muñecas

 

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