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POR CAROLINA MENA SARAVIA PARA VOCES CRÍTICAS

El Indio desplumado y casi fuera del gallinero

A poco más de una semana de las elecciones salteñas, se define el escenario legislativo provincial

El Indio desplumado y casi fuera del gallinero
Manuel Santiago Godoy
Manuel Santiago Godoy
martes 19 de noviembre de 2019

SALTA.- (Por Carolina Mena Saravia para Voces Críticas) El histórico pero no legendario Manuel Santiago “Indio” Godoy está a punto de perder su invicto tras 20 años de un “cómodo acompañar” al gobierno salteño de turno. Como si de un vals se tratara, los pasos de este hábil bailarín político no hicieron más que acompasar la melodía oficial de turno, cualquiera fuera el color político que ostentare.

Permítame disentir esta vez, querido lector, con la estrofa del tango de Gardel que sentencia que “veinte años no es nada”, porque esa es la friolera que lleva Santiago Godoy como legislador, junto a la no menos escalofriante de 16 años como presidente de la Cámara baja salteña.

¿Cómo logró este indio permanecer en el cacicato durante tanto tiempo? Cintura política, que le dicen… o más que eso, si pudiéramos catalogar así elegantemente a la descarada habilidad para ubicarse sin pudor bajo el ala protectora de gallinas a veces de disímiles, y otras no tanto, sectores políticos. Porque ora entrentados, ora unidos, Juan Carlos Romero y Juan Manuel Urtubey, últimos primeros mandatarios de la provincia de Salta, tuvieron al Indio como hombre fuerte en la Legislatura provincial.

Hoy, este poderío parecería estar en la cuerda floja. Todo indica que el saenzismo va por la presidencia de la Cámara de Diputados y puso precio a la cabeza de Godoy. En las últimas horas sonaban, entre otros nombres, el de Esteban “Tutti” Amat, presidente de la Cámara del Tabaco de Salta, junto a algunas fichas surgidas de la elección del pasado domingo 10 de noviembre.

 Allá lejos y hace tiempo, el Indio apretó a fondo el acelerador a sabiendas de que apostaba el todo por el todo en esta jugada política, un pleno coronado de fichas. Lanzaba flechas como dardos: “Gustavo ni sabe de los problemas, sabe nada más que tapar pozos”, “Primero debemos resolver juntarnos nosotros y contarle a la gente cómo vamos a hacer para llevar esta provincia adelante”, “Yo creo que aquí en Salta hay que hacer un frente provincial, la única manera de ganarle a Gustavo Sáenz es un frente provincial”, pero nada de eso alcanzó.

A poco más de una semana de las elecciones, el sucesor parecería ya estar sindicado, y sería Amat la ficha clave del saenzismo. A Godoy todavía le quedan dos años de legislador para cumplir su mandato, por eso, haciendo honor al dicho “No está muerto quien pelea” junta y rejunta los nuevos exponentes que conformarán su tribu: el sempiternamente cuestionado legislador anteño Pedro Sández y su bloque 17 de Octubre, Jesús Ramón “Rana” Villa, Isabel De Vita, Alberto Abadía, Luis Cisneros, Pepe Alferi, Gustavo Saravia -asesor de Sández-, y por supuesto su hijo Lucas Godoy, diputado nacional electo.
Más allá de preguntarnos si este número de fans alcanzaría para sentar una base sólida y mantener con dignidad al menos parte de su preciado dominio y absteniéndonos de analizar los números dentro del Poder Legislativo, que serían hoy por hoy favorables al kirchnerismo, es necesario adentrarnos en los confines mismos de conceptos como república, división de poderes, soberanía, nepotismo y otros tantos “ismos” que afloran en la vida política. 

Sería saludable pensar que los nuevos vientos que soplan en la Legislatura salteña alcancen para llevar lejos la lacra de las viejas costumbres enquistadas en su seno, y que lo que el gobernador electo pregonó en campaña se haga realidad. Hablamos nada más y nada menos que de la tan ansiada y postergada reforma política. El pueblo de Salta lo merece, porque cuando aludimos a renovación y cambio, hacemos mención a la dignidad, palabra no reñida con el honor y la decencia. Es cierto que el poder genera adicción, pero también es igualmente vero que nada es para siempre. A Santiago Godoy le llegó el tiempo de decir adiós, que en este caso no sería otra cosa más que irse. Difícil, pero no imposible

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