Última hora

LOS CAMINOS DEL SEÑOR

Fray Mamerto Esquiú: “el orador de la Constitución Nacional”, a un paso de los altares

El 24 de abril de 2020, la Comisión Internacional de Teólogos de la Santa Sede validó el milagro por la intercesión de fray Mamerto Esquiú, paso que hará que el papa Francisco lo declare beato

Fray Mamerto Esquiú

SALTA.- (Carolina Mena Saravia) Eran las tres de la tarde del 10 de enero de 1883, el tórrido vapor de la siesta catamarqueña ahogaba los sentidos y fue apagando lentamente el preclaro vivir de fray Mamerto Esquiú. Terminaba su existencia en la tierra con la misma humildad y sencillez con la que vivió dedicando su fuerza y su luz a la evangelización desde el púlpito, en el cuidado espiritual y físico de los más necesitados.

Su oratoria, la firmeza en la erudición y la asonancia de sus palabras entretejían un mensaje claro e iluminado. Difícil es permanecer impasible ante la lectura de alguna homilía de fray Mamerto Esquiú. Para siempre quedaron estampadas sus gloriosas palabras del “sermón de la Constitución”, cuando instaba a la unidad de un país azotado por las guerras intestinas, convencido de que la letra mayor del árbol de la ley oficiaría como dique de contención a las pasiones individuales, exhalando aires de paz que fijarían bases sólidas de progreso.

La tibieza nunca fue su lema, menos aun cuando aquejado por los dolores y malestares premonitores de su partida a los cielos, distribuía palabras de aliento, impartía los sacramentos y repartía los regalos que había recibido entre los más necesitados. Ese fue en vida fray Mamerto Esquiú, aquel que transcurrió su última noche de existencia terrena cobijado por un sencillo techo de paja, y un cuero lo guarecía de la rugosidad del suelo. Murió como vivió, con dignísima humildad, esquivando las loas del destino, huyendo de honores pero fiel a su misión en la tierra, un digno representante de Cristo.

Un largo camino hacia la beatificación

Su carrera hacia la beatificación comenzó en 1921 y casi cien años después se conoció el milagro aprobado por unanimidad, por la Comisión de Teólogos del Vaticano, el 24 de abril de 2020. “Para mí las virtudes que sobresalen de fray Mamerto Esquiú son la humildad y la búsqueda de la unidad. Ha sido un gran misionero, un obispo de ley, que muere en sus visitas apostólicas en pleno verano, en enero”, afirma el padre Marcelo Méndez, vicepostulador de la causa, quien hace las veces de “abogado” de la presentación.

El padre Marcelo Méndez es salteño, fraile franciscano, elegido para impulsar la causa de beatificación bajo la figura de vicepostulador hace tres años, cuando el anterior provincial de la provincia del Río de la Plata, la institución franciscana más antigua de Argentina, le pregunta si podía cumplir ese rol, colofón de su extenso conocimiento y admiración por la vida del futuro beato fray Mamerto Esquiú. Así lo atestiguan sus publicaciones “Cómo se hace un santo”, editada por la Universidad Católica de Buenos Aires, de Puerto Madero, y “Los primeros pasos de evangelización en Argentina desde 1520 a 1620”, elaborada en base a su tesis doctoral.

Defensor de la libertad y el valor de la palabra

“El corazón incorrupto estuvo desde el inicio de la causa, lo tenía su hermano Odorico aquí en Salta porque acá vivía, y sus descendientes siguen en la provincia. Odorico era su hermano querido, tanto que fray Mamerto venía seguido a visitarlo”, recuerda el padre Méndez. Su papel en el proceso de beatificación como conocedor de la vida del futuro beato es el de hacer conocer la obra de Esquiú más allá de los límites de la provincia de Catamarca –nació en Piedra Blanca en 1826-, recalcando aspectos férreos de la personalidad del venerable, resaltando por sobre todo el hecho de que fue “un hombre de paz y de concordia, que se caracterizó por su llamado permanente a la unidad”.

La salud en Mamerto de la Ascensión Esquiú, nombre que le impuso su madre por haber nacido precisamente el día de la Ascensión del Señor, fue siempre muy frágil, tanto que ella misma, a los 5 años, le colocó el hábito franciscano para cumplir una promesa, vestimenta que llevó toda su vida hasta convertirse en mortaja.

“Él defendió permanentemente con fuerza la libertad y los derechos de la Iglesia, escribió también muchas cartas pastorales de valor. Acabo de mandar a Roma para publicar como segunda lectura en la liturgia tres escritos de fray Mamerto en los que habla de un montón de cosas en su diario privado, en sus homilías, en las que dice cosas de gran valor”, señala el padre Méndez una de las acciones relacionadas con su trabajo como impulsor de la causa.

Con fluidez resalta los conceptos que más llamaron su atención: “El amor enorme y la devoción profunda a la Eucaristía, él lo veía como un punto basilar, en la cual tiene que formarse toda la vida de la persona, no solamente espiritual”, junto con la dedicación que le impartía a la preparación de sus homilías y sermones, instando a los sacerdotes a prepararse, considerando “el bien que produce la palabra de Dios en el ánimo de las personas”.

Otro punto importante es la carta de renuncia que fray Mamerto envía al episcopado de Buenos Aires, “es una joyita con la delicadeza, con la altura humana y teológica que dice no a este tema”. La devoción enorme a la Virgen del Valle es otra de las facetas a destacar, “que en el ábside de la catedral de Catamarca esté la Inmaculada Virgen Santísima es obra de Esquiú”. La admiración del padre Méndez es contagiosa y continúa proyectando la plétora de semblantes absolutamente admirables de la vida del futuro beato.

Imposible resulta dejar de enfatizar “los momentos enormes” de la vida de fray Mamerto Esquiú, como su defensa de la vida social, la creación de los periódicos, su vida en Sucre. “Es un pionero, un precursor. Ha cuidado de los sacerdotes, de los seminaristas, justamente murió así, cuidando sus curas. Fundó cofradías, asociaciones de laicos, daba ejercicios espirituales”, reafirma.

Llama poderosamente la atención del papa Francisco una arista de la vida de Esquiú, y es la dedicación espiritual y material que le suministró a los pobres, “porque también hay que ocuparse espiritualmente de ellos, no se trata de darles un plato de comida, sumando a esto el hecho de que él vivió personalmente como pobre”.

El milagro que lo lleva a los altares

Una niña con una afección de osteomielitis diagnosticada a los pocos días de su nacimiento y curada por la intercesión de fray Mamerto Esquiú es el milagro que posibilita la declaración por parte de la Iglesia de su beatitud. Los médicos ortopédicos señalaron que tenía artritis séptica en la cadera izquierda y ostiomielitis en el fémur izquierdo. En cuatro oportunidades le realizaron limpiezas quirúrgicas hasta el tobillo, extrayéndole muestras que acreditaban que la enfermedad era crónica.

Habiendo sido la familia informada de la gravedad del pronóstico, y luego de una nueva intervención, su madre pasa sobre la pierna enferma una estampita con la imagen y reliquia “que previamente había tomado contacto con el venerable siervo de Dios Mamerto Esquiú”, redacta un informe de la Cámara de Senadores de la provincia de Catamarca, pidiendo con fe que intercediera en la curación de su hija, y sus familiares se unieron a la imprecación.

Pasaron doce días y un nuevo control radiográfico mostró la desaparición sorprendente de la enfermedad en el hueso que pensaban extraer quirúrgicamente. Hasta el día de hoy persiste la curación y el crecimiento de su pierna no se vio afectado, otro prodigio imposible de imaginar en la gravedad que revestía el cuadro médico.

La vida de Mamerto Esquiú se apagó tempranamente, todavía no había cumplido 57 años, pero su existencia destiló virtudes y valores difíciles de olvidar, de esos que dejan profunda huella en los ánimos republicanos que poseían los próceres de nuestra nación en ciernes.

Su vida fue gigante, su obra en la Iglesia y en nuestro país aún puede palparse. Abran paso los cielos a este ya consagrado beato por el sentir popular, nuestro Cicerón criollo, el que en aquel encendido “sermón de la Constitución” pronunció el “obedeced, señores, sin sumisión no hay ley; sin leyes no hay patria, no hay verdadera libertad; existen sólo pasiones, desorden, anarquía, disolución, guerra y males de que Dios libre eternamente a la República Argentina”. El fervor encendido y la actualidad de sus palabras mantienen indemnes los ideales federales.

 

SEGUÍ LEYENDO
Últimas noticias
MÁS LEÍDAS