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POR LAUREANO NÚÑEZ BAZÁN

La cinta roja y los políticos argentinos: ¿escudo protector contra ellos mismos?

Las redes sociales, siempre atentas y observadoras, dispararon sus misiles contra esa moda de algunos políticos

Antonio Cafiero. Fuente: Twitter

ARGENTINA Las redes sociales, siempre atentas y observadoras, dispararon sus misiles contra la cinta roja, o colorada, como prefiero llamarla, que algunos orgullosos políticos “new age” llevan amarradas en sus muñecas, dizque por protección, superstición, buen augurio o kabbalismo populista, como si los fuera el hilo punzó los fuera a librar de algo que su propia inoperancia no les permite avizorar.

Santiago Cafiero, actual jefe de Gabinete de Ministros de la Nación Argentina, sí el del peinado gorgónico, fue visto en los últimos tiempos con la metada cinta roja -o colorada- que lucen también políticos como Sergio Massa, Sergio Berni, el ya nombrado Cafiero y hasta el propio presidente Alberto Fernández.
Si bien los jueces siempre despiertos atrincherados en las redes sociales fueron los primeros en cuestionar esta moda populista, lo cierto es que sea cual fuere el cometido, a ninguno de ellos les estaría resultando de utilidad el colorido artilugio.

Porque dada la inoperancia para manejar el timón de la Nación, no solo Cafiero cae en la volteada, también “Albertítere”, como lo apodaron desde el hashtag, lo único que consiguió fue la desvergüenza de alistarse en las filas cristinistas, luego de que pasara en un abrir y cerrar de ojos del ya famoso “honrar la deuda” a ser eco de las declaraciones negacionistas proferidas por la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Sin ánimo de erigirme en juez, alzo esta vez la voz desde mi columna, para constituirme en parte de una absorta multitud que vocifera su incredulidad no solo hacia los políticos, que no resisten archivos, sino también, y, sobre todo, a los que cultivan el perfil “panquequero” tan de moda en los últimos tiempos.

Sí, y al decir panquequero, también vaya una alusión al cultor de la pulsera púrpura, el celebérrimo Sergio Massa, el “vendehumo” rey de los que no resisten un archivo, reptando por los sectores políticos que puedan generar rédito a él y su acomodaticia mujer, Malena Galmarini. Lo que no se les puede negar es su capacidad de regeneración para surgir como ave fénix de las cenizas.

Ni la dignidad ni la vergüenza, o al menos el decoro que acompañó a líderes políticos de la Antigüedad, parecen hacer recapacitar a nuestros dirigentes actuales. Abren la boca para, sin siquiera ponerse colorados, emitir cual ecos del inframundo las mismas declaraciones emitidas por “la presidenta de la Nación” Cristina Fernández de Kirchner, como la llamó fallidamente la locutora del acto que encabezara la vicepresidente el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia en Las Flores. ¿Acto fallido?

Remitiéndome a Ruth, la gran matriarca judía esposa del patriarca Jacob, que dio a luz dos hijos dejando atrás largos años de infertilidad y en cuya tumba nació el mito de la Kabbalah que consiste en anudar en la muñeca un hilo rojo siete veces para disparar la energía protectora deseada, estoy en condiciones de afirmar que a estos políticos de pacotilla no los salvan ni Ruth ni la gorgona Medusa, más bien están condenados a naufragar en el propio fango de las futuras elecciones que vienen degollando. ¡Ay, cómo me duele mi país!

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