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A 130 años de la constitución de la Unión Cívica Radical: Cuando se establecieron los derechos políticos de las grandes mayorías

La jornada del 26 de junio de 1891 quedaría marcada en el calendario histórico de la República Argentina

A 130 años de la constitución de la Unión Cívica Radical: Cuando se establecieron los derechos políticos de las grandes mayorías

La jornada del 26 de junio de 1891 quedaría marcada en el calendario histórico de la República Argentina como el día en que nació el primer partido político que lucharía por el establecimiento de los derechos políticos de las grandes mayorías.

Ese día, Leandro Alem viendo que Bartolomé Mitre con Julio Argentino Roca y Carlos Pellegrini reunidos habían traicionado los principios que animaron a la Revolución del Parque de 1890, pronunció aquella frase que rubricaría el acta de nacimiento de la Unión Cívica: "Yo no acepto el acuerdo, soy radical en contra del acuerdo, soy radical intransigente".

En aquella reunión estuvieron los que en 1983, Raúl Ricardo Alfonsín llamaría “Nuestros grandes muertos”: Aristóbulo del Valle, Elpidio González, Hipólito Yrigoyen y Marcelo T. de Alvear, los dos últimos, luego presidentes de la nación.

La Unión Cívica Radical es un partido que nació con una profunda vocación popular, con plenas convicciones republicanas y con la impronta de la lucha política es antes que nada una lucha por ganar los derechos cívicos de los ciudadanos.

El radicalismo es la avanzada de la participación popular plena, de la revalorización de los derechos inexistentes entonces para los sectores más vulnerables. Es la primera fuerza política formada por criollos e inmigrantes, es decir, es el partido de la genuina clase media argentina, la que fraguó en los derechos cívicos las aspiraciones de los sectores postergados por el fraude y la represión que eran las herramientas de control social y manejo del poder de los conservadores.

La Unión Cívica Radical forzó la sanción de la “Ley Sáenz Peña” que consagró el sufragio universal, secreto y obligatorio, por el cual las mayorías pasaron a tener existencia en la vida política del país. Nació la militancia, el comité y la plataforma política donde se enumeraban los derechos cívicos y las primeras conquistas sociales del radicalismo.

Así, listan, por ejemplo, la jornada laboral de 8 horas establecida (1929) durante el segundo gobierno de Hipólito Yrigoyen. La primera legislación de protección femenina prohibiendo los trabajos peligrosos y la pausa para amamantar, así como la ley de protección del trabajo infantil, surgen de la ley 5291 de 1907, incluso hasta presentar el primer proyecto de voto femenino en 1919, rechazado por los conservadores. Entre varios otros.

Un hito importante fue la Reforma Universitaria de 1918 que permitió a los hijos de las clases populares ingresar a los estudios universitarios mediante la democratización del gobierno universitario, la gratuidad, la promoción de la ciencia, la libertad de pensamiento y la autonomía.

Siempre, la Unión Cívica Radical constituyó la reserva moral de país. Desde 1916, ninguno de los hombres del radicalismo que llegó a la presidencia de la nación pudo ser acusado de ningún delito, simplemente porque nunca los cometieron.

Los radicales nacieron revolucionarios, con carisma popular y compromiso cívico. Intransigentes de carácter, acompañaron procesos políticos pero jamás vendieron sus banderas al poderoso de turno. Y cuando la democracia estuvo en peligro a causa de las dictaduras o la tiranía, batieron la llamada a la abstención revolucionaria.

Hoy, a 130 años de aquella jornada histórica, el radicalismo puro sigue haciendo realidad aquel axioma que constituye el sello de identidad y el legado póstumo de Leandro Alem a todo buen radical: “¡Que se rompa pero que no se doble!”.

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