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Crisis del 2001: ¿Cómo fueron los últimos minutos de De la Rúa en la presidencia?

El ex presidente llegó a Casa Rosada cerca del mediodía, firmó autógrafos y se sacó fotos en los minutos previos a su salida del poder

Crisis del 2001: ¿Cómo fueron los últimos minutos de De la Rúa en la presidencia?
lunes 20 de diciembre de 2021

A pesar de que hoy se cumplen veinte años de la infame Crisis del 2001, uno de los episodios más violentos que registró la historia política argentina, el hecho continúa latente en la memoria colectiva y las preguntas más obvias se formulan de tanto en tanto por lo bajo: ¿Podría volver a ocurrir? ¿Llegó la Argentina a un punto en que la Democracia y sus Instituciones se convirtieron en una estructura política sólida que nos permita sortear nuestro devenir cambiante y convulso?

En aquellos momentos de incertidumbre y, mientras en las calles la furia y el hartazgo se condensaban y de a poco tomaban forma de violencia, las miradas se dirigían al mismo tiempo a Fernando de la Rúa, quien ocupaba la presidencia de la Nación por aquellos días. Ese 20 de diciembre del 2001, la carta de su renuncia dirigida hacia el Congreso ya había sido redactada por su propio puño -por recomendación del canciller Adalberto Rodríguez Giavarin- y estaba lista para enviarse; de su oficina, incluso, sus pertenencias ya habían sido removidas y embaladas.

Testigos aseguran que ese día el ex presidente permaneció todo el día con la televisión encendida, siguiendo de cerca el descontrol que se había desatado en horas de la mañana. Llegó un punto en que las imágenes se volvieron insoportables y difíciles de digerir, por lo que el máximo mandatario terminó pidiendo a sus colaboradores, con resignación, apagar el artefacto. El ruido, interno y externo a la vez, eran ensordecedores.

Cerca del mediodía, la decisión ya había sido tomada y era irreversible. Sin embargo, antes de cruzar la puerta del despacho presidencial y abandonarlo para siempre, Fernando De la Rúa quiso complir con un último deseo cobijado en la investidura que por ese momento aún detentaba. Entonces llamó a Víctor Bugge, fotógrafo presidencial, y le pidió tomar un retrato postremo de sí mismo, luciendo su banda y sentado en el sillón de Rivadavia.

Bugge cumplió con el pedido e inmortalizó ese momento sin más. Sólo después de esta última palmada al ego, De la Rúa estuvo dispuesto a afrontar aquello que le tocaba. Al salir del despacho, firmó algunos autógrafos y se sacó un par de fotos con algunos empleados de la Casa de Gobierno, una escena insólita. Momentos poteriores, exactamente a las 19.50 de esa tarde noche, el helicóptero arribó a su destino… Y el resto, es una historia ya bien conocida. 

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