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Pozo de Vargas y la bravura del teniente coronel Hilario Puló

Esta provincia, que durante los tiempos de las montoneras de Varela vivió un estado de anarquía constante, pudo recuperar la paz luego de aquel combate de Pozo de Vargas

Pozo de Vargas y la bravura del teniente coronel Hilario Puló

En la historia del Norte argentino, se recuerda aún singulares acciones de nuestra epopeya patria, como aquella que tuvo lugar en Pozo de Vargas, al Norte de la ciudad de La Rioja donde el Ejército Nacional al mando del general Antonino Taboada se enfrentó con las montoneras del coronel José Felipe Varela, el 10 de abril de 1867.

            El triunfo alcanzado por el Ejército Nacional fue sin lugar a dudas, una extraordinaria y sangrienta lucha civil, cuya histórica hazaña definió el destino de toda una región argentina que estaba bajo el dominio de Varela, considerado el heredero nato del general Ángel Vicente Peñaloza, después que el capitán Pablo Irrazábal lo asesinara en Loma Blanca, al lado de Olta, localidad del Departamento General Belgrano, La Rioja, en noviembre de 1863. Cabe hacer hincapié en la mencionada hazaña por su incontrastable desventaja numérica de hombres: Taboada comandaba un ejército integrado por los Batallones “Río Colorado”, “General Lamadrid, “Libertad” y “Laureles”, que entre Infantería y Caballería, totalizaba 2.000 hombres. Mientras que Varela con sus Batallones “General Urquiza”, “General Varela”, “General Peñaloza”, “Riojano” y “Cazadores Federales”, sumaba alrededor de 4.000.

            Esta provincia, que durante los tiempos de las montoneras de Varela vivió un estado de anarquía constante, pudo recuperar la paz luego de aquel combate de Pozo de Vargas, que se inició pocos minutos después de las dos de la tarde bajo el quemante sol riojano. Allí –cuenta Fermín Alfredo Anzalaz- tanto el ejército de Taboada como el de Varela, se disputaron “encarnizadamente la posesión del pozo existente, que almacenaba agua, y que el vecindario de esa zona consumía en sus necesidades más elementales”.

            Cuenta la tradición, que aquel sitio denominado Pozo de Vargas se llama así porque allí vivía un hombre de apellido Vargas, que “había hecho cavar un hoyo de regulares dimensiones, de donde sacaba tierra para fabricar adobes, que vendía luego a los vecinos de la ciudad de La Rioja, para que construyeran sus casas y tapias divisorias”. Dicho pozo, señala Anzalaz, existió hasta 1900 que fue tapándose con basura y toda clase de escombros que depositaban los vecinos. Si bien en la actualidad el pozo ya no existe y pese al tiempo transcurrido desde el Combate entre las fuerzas de Taboada y Varela “se sabe a ciencia cierta el lugar exacto donde estuvo, ya que aún se conservan vestigios del mismo”.

            Nos interesa rescatar aquí, la figura de un desconocido pero valiente salteño, el comandante, Tte. Crnel. Hilario Puló que con su Batallón “Laureles” hizo frente al enemigo en aquella sangrienta jornada, que duró poco más de dos horas hasta que las “montoneras” pudieron ser vencidas definitivamente y donde, en cada arremetida el campo “iba quedando sembrado de muertos y heridos, cuyos ayes producían confusión en medio del intenso fuego de la artillería de los ejércitos en lucha”.

            Durante aquella encarnizada contienda, el teniente coronel Puló se apodera de una bandera del Batallón “General Urquiza”, que al retirarse, había dejado en el campo. En efecto, el terreno quedó sembrado de cadáveres, de infinidad de armas, contándose dos piezas de artillería y otros pertrechos de guerra; los cronistas registran que en Pozo de Vargas los montoneros dejaron “300 muertos, muchos heridos, 400 prisioneros, 500 fusiles, 2 cañones, 2 cajas de guerra y una bandera”. El plan de combate que había preparado el general Taboada era más bien una línea de defensa que un plan de ataque, lo que evidentemente le dio el triunfo en una favorable estrategia pese a la inferioridad numérica. Taboada en su comunicación a Mitre, señala que “Nuestras pérdidas no son de consideración, a pesar de que la caballería enemiga, arrollando la nuestra, que era muy inferior en número, ha sido rechazada cuatro veces a pocos pasos de nuestra línea de infantería”.

            Los flancos, señalan combatientes anónimos, “estaban defendidos por la Caballería y por el Batallón tucumano compuesto de dos Compañías del “General Lamadrid y dos del “Laureles”, al mando del comandante Emilio Posse, quien con dos compañías de su Batallón estaba encargado del costado derecho de la línea.

            El flanco izquierdo estaba protegido por las otras dos compañías del batallón del comandante Posse, bajo las órdenes del comandante Hilario Puló, que hacía de mayor de todo el batallón”.

            Tanto el flanco derecho como el izquierdo contaban con 180 soldados cada uno, y “al mismo tiempo que el comandante Posse disputaba palmo a palmo la victoria al enemigo, el teniente coronel Hilario Puló, con sus dos compañías del Batallón Laureles, ponía a raya las infanterías enemigas, que lo atacaban con bravura y tesón”.

            El 30 de abril de 1867, el diario La Tribuna de Buenos Aires, publica que “Este valiente jefe (Puló) desalojó al enemigo de posiciones muy importantes de que se había apoderado, y de donde nos causaba mucho mal. En los guardapatios y cercos de una casa, situada al frente de nuestra línea de combate, sostuvo un fuerte y reñido combate antes de desalojar al enemigo de aquel punto, que abandonó al fin, porque el intrépido comandante Puló, llevó la carga con bravura. En esta carga el comandante Puló fue protegido por el batallón "Constitución", pero a él se debe la toma de la casa que era uno de los puntos más importantes del combate”.

            Durante aquella ofensiva “los fuegos no pararon, solo se oían los gemidos de los heridos”, ambos ejércitos estaban desechos, según lo cuenta el propio coronel José Felipe Varela en su manifiesto, tal fue el desenlace de Pozo de Vargas, que costó a los beligerantes setecientos muertos.

            No obstante, La Rioja demostró con su compromiso que quería el orden y la tranquilidad, que solamente podían ofrecerle las autoridades constituidas. Quedó demostrado además y como bien señala Anzalaz, que “ningún pueblo viril puede aguantar por mucho tiempo una dictadura sin repudiarla y sin levantarse contra la misma”. El pueblo riojano, ayudado por santiagueños, tucumanos, catamarqueños, jujeños y salteños como el intrépido Puló, sirvió de ejemplo y puede seguir siendo un paradigma en tiempos actuales.

            Aquellas montoneras constituyeron una amenaza permanente para la sociedad riojana, a la que “perseguía implacablemente cuando no se allanaba a sus exigencias o requerimientos”. El pueblo se levantó de su postración, eligió un gobernador que fue ungido el primer mandatario de la provincia con todas las atribuciones constitucionales, don Cesáreo Dávila, y ejerció su libertad a la altura de los pueblos soberanos.

            A manera de miscelánea y preciso entretejimiento de esta historia, cabe señalar, que el comandante, Tte. Crnel. Hilario Puló del Campo, contrajo matrimonio con doña Benjamina Güemes, hija del doctor Juan Manuel de Güemes y Goyechea (hermano del héroe nacional) y de doña Bernardina Martínez de Iriarte.

            Asimismo, don Hilario se entroncaba al igual que su mujer, a patricias familias del Norte argentino; fueros sus padres, don Juan Puló, un viejo soldado que por Montevideo llegó a estas tierras americanas, hasta asentarse definitivamente en la provincia de Salta y formar una familia con doña Brígida del Campo y Lucen Arias de Velázquez.

            El genealogista Carlos Ferrary-Esquiú Storni nos informa que doña Brígida del Campo, fue hija de don Miguel del Campo, nacido en Galicia, España y de doña Manuela Lucen y Arias de Velázquez; nieta paterna de don Mateo del Campo y de doña Josefa Montero López, y nieta materna de don Joseph Lucen y de doña María Luisa Arias de Velázquez, perteneciente a una de las familias fundadoras y más importantes de la provincia de Salta, hija de don Bernardino Arias de Velázquez de Elizondo y Gómez de Butrón, y de doña Isabel Moyano Oscariz y Olmos de Aguilera. El matrimonio Puló Güemes, tuvo dos hijos cuyos nombres constan muy vinculados a la familia de doña Benjamina: Napoleón y Gabriel.

* Rodolfo Leandro Plaza Navamuel es historiador, diplomado universitario en genealogía y heráldica (USP-T). Presidente de la Federación Argentina de Genealogía y Heráldica. Académico de número del Instituto de San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta. Académico correspondiente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.

 

 

 

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