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Bibi Albert: “Lo que antes como alabanza, ahora con espanto”

"En cuestión: un cuestionario" de Rolando Revagliatti, el ping pong de preguntas y respuestas, esta vez a la escritora y periodista Bibi Albert

Bibi Albert: “Lo que antes como alabanza, ahora con espanto”
martes 08 de marzo de 2022

De la mano de Rolando Revagliatti llega "En cuestión: un cuestionario" a la periodista y escritora Bibi Albert.

¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?

 BA: Fue una carta literaria, que enmarqué, a la hija que llevaba en la panza, cuando todavía no había ecografías y por lo tanto no se sabían los sexos de los bebés. Tenía veintiocho años, había jugueteado con la poesía siendo adolescente, pero recién la retomé a eso de los treinta. Durante ese largo período del mientras tanto, la leía con respeto y con distancia. Me gustaba más jugar con la creatividad publicitaria. Sentía que ése era mi mejor medio de expresión. Fui, soy, publicitaria de raza.

 ¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?

 BA: Siempre amé la lluvia y odié los paraguas. Las circunstancias me cambiaron la sensibilidad al respecto: viví en sucesivas casas, todas con graves problemas de goteras y techos anegados que se nos cayeron encima. Ahora todo me da temor, la lluvia, las tormentas, el aura de la luna. Todo eso sigue formando parte de mi poesía, pero ya no como alabanza: ahora es con espanto.

La sangre… La sangre es mi tinta. Con ella escribo. Si no, no sirve.

La velocidad nunca fue un tema para mí, no tengo relación con ella. No me importan los autos, por ejemplo, ni las motos. En cuanto a los tiempos, como ya conté, soy publicitaria, en un rato nomás despacho lo que sea. Ahora estoy escribiendo una novela, y ella no me permite que la apure. Buena sensación que estoy estrenando.

Las contrariedades me obligan a hacer cada noche mi balance, y siempre gana el Haber. Sería muy sosa la vida si todo fluyera siempre.

 “En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?

 BA: Empate. Me dejo llevar por la inspiración, que siempre me aterriza en buen puerto, o eso creo. Pero también me siento y escribo, practico mucho la escritura automática, y después tomo el bisturí y amputo, hasta que el poema parece hijo de la inspiración. O será que la inspiración coquetea y quiere que la busquemos donde sea que se esconde. Lo cierto es que, en un colectivo, por ejemplo, nunca me aburro, abro mi anotadorcito y escribo. Mejor, peor, más o menos, pero escribo. Creo que nunca una porquería, eso no. Y a veces hasta me siento genial.

 ¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?

 BA: Teníamos una quinta con pileta, en San Miguel, provincia de Buenos Aires. Amaba que mi papá me mirara tirarme, siempre haciendo una pirueta diferente. —¡Mirame, pá, mirame, pá, papito, mirame! Ésa es la foto, la postal: yo zambulléndome, papá en el borde, entre orgulloso y fastidiado.

 ¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?

 BA: Soñando, soñando, me habría gustado ser una dama de sombrilla en Giverny y que Claude Monet me pintara, o la que inspirara la frase: “Luisa Fernanda, cariño mío, con qué indulgencia me juzgas tú”, de la famosa zarzuela. Pero me quedo con la maravillosa realidad de haber sido una mención en un poema de Héctor Viel Temperley y con las canciones que escribí junto con Pocho Lapouble [1942-2009], mi marido y mi músico más admirado.

 ¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?

 BA: Quiero a la gente de buena leche, no importa qué valores intelectuales tenga. A las personas que no quiero, pero sí valoro, las admiro, y eso está bueno, me hace sentir bien. Porque si no las quiero no puedo valorar en ellas más que lo indiscutible y consagrado, no otra clase de gestos, porque por algo no las quiero.

Nada que resolver, no implica un conflicto para mí.

 ¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?

 BA: Me río del humor inteligente, pero no a mandíbula batiente. Eso sólo me lo producen las idioteces con que nos damos manija con mis hijos, con mis socias Pretextas, con algunos amigos como Raimundo Rosales. Seguir y seguir con un mismo tema hasta no tener más remedio que irme a dormir. Sólo las pavadas totales me hacen tentar de verdad. Y no puedo parar con determinadas películas, por ejemplo: “Los productores”, de Mel Brooks, el largometraje que en la Argentina conocimos con el título de “Por un fracaso, millonarios”.

 ¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.

 BA: La ciudad, el pensamiento, el desajuste, el sufrimiento, el sacrificio, el azar, el bosque, la visión, la ceremonia, la danza, la lengua, la autenticidad, la muerte, las miniaturas.

“La ciudad me impedía pensar, me desajustaba, me hacía sufrir todo ese sacrificio de recorrerla sin verla, de fatigarla sin vivirla. El azar me llevó lejos. Y el bosque fue una visión, una revelación. Allí la ceremonia, la danza, una nueva lengua, tanto más auténtica, más verdad. La muerte quedó atrás, gimiendo por sus pobres miniaturas, sus pedacitos de nada.”

 “Donde mueren las palabras” es el título de un film de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?

 BA: En la cursilería. Se ahogan sin remedio.

 

No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?

 BA: Te referís a lo consabidamente artístico. Porque arte encuentro en todos los oficios, todas las actividades. Pero te respondo: a un amigo, marido de una amiga, que sabe acariciar la madera y hacer con ella cosas útiles, mientras habla poco y lo ve todo. A un médico, pediatra de tres generaciones de mi familia, que minimiza, tranquiliza, sabe más allá y tiene el registro de que somos un todo y no un conjunto de órganos.

 

Bibi Albert nació el 30 de octubre de 1944 en Buenos Aires, donde reside, capital de la República Argentina. Es Licenciada en Publicidad (Facultad de Ciencias de la Educación y de la Comunicación Social, USAL Universidad del Salvador). Produjo de modo independiente dos CDs con sus letras: “14 Nuevas Canciones de Raíz Folclórica” (con música de Héctor Dengis) y “Aire de Familia” (con música de Pepo Lapouble). Fue jefa de redacción del periódico “ProTango”. Es co-fundadora (2003) del grupo de poesía y café literario actualmente denominado “Las Pretextas” y co-organizadora de encuentros de poesía. Condujo el programa radial “Pretextos para no volvernos locas”. Integró los volúmenes colectivos “Ronda de pretextos” (Ediciones El Mono Armado, 2007) y “Abrazo de voces” (edición digital, 2015). Fue incluida en las antologías “Más de 100 tangos nuevos” (2005), “Identidad” (2007) y “El verso toma la palabra” (Monterrey, México, 2010). Publicó el poemario “Música y letra” (Ediciones Filofalsía, 1990) y el libro “Sélika y otros cuentos” (edición digital, 2013).

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