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POR JULIO CASANOVA

Esa bala de papel

Esa bala de papel
Por Redacción Voces Críticas
sábado 03 de septiembre de 2022

SALTA (Por Julio Casanova) Discutir sobre el episodio en el que un desequilibrado intentó disparar sobre Cristina Fernández afirmando que realmente fue un atentado o una puesta en escena grotesca es bizantino, sencillamente porque los ciudadanos no cuentan con los conocimientos técnicos-científicos que desentrañar la verdad de tal suceso implica.

El hecho fáctico existe y aparenta verídico, tanto como la mejor puesta en escena pudiera serlo, pero llegar a la verdad profunda de este hecho hoy es tarea de la justicia que deberá expedirse y explicarle a los argentinos qué ocurrió realmente, si fue un atentado o un brote psicótico de un individuo que ni siquiera es argentino.

Pero lo que sí existen y resultan palmariamente evidentes son las consecuencias de este desgraciado suceso. Desgraciado en cuanto la inmediata consecuencia es la profundización de la grieta tal como lo revelan las publicaciones en las redes sociales donde esa forma de manifestación agridulce que son los “memes” irían ganando la partida, dando la sensación de que a un vasto sector del pueblo argentino lo que menos le interesa es el resultado potencial de la vida de la expresidente.

Esto no es menor y por dos razones; la primera, porque querría decir que para una importante cantidad de argentinos –tal vez mayoritaria- la vida de la segunda autoridad del país no le interesa, lo cual denuncia una grave falencia en la concepción de la institucionalidad. Que la vicepresidente sufra un atentado de tal magnitud y que se escuchen públicamente expresiones de lamento por el fracaso del mismo dice también de la insensibilidad que ha ganado a los espíritus de algunos millones.

Si bien se sostiene que casualidad no existe, menos todavía en política y desde el pedido de condena a Cristina Fernández explicitado por la fiscalía se vienen sucediendo hechos protagonizados por ella que parecieran querer exhumar pasajes del peronismo más vernáculo; más aún, sería un intento de emular a Juan Domingo Perón en sus momentos más dramáticos.

El primer síntoma lo constituyó la escena armada noches pasadas cuando al filo de la medianoche –casi a la misma hora en que Perón habló a la masa desde el balcón de la Casa Rosada el 17 de Octubre de 1945-, Cristina Fernández sorprendió pronunciando un discurso conciliador y sus palabras “Vayan a descansar que ha sido un día agotador”, traían reminiscencias de aquellas del General cuando despidiera a los millares congregados sin moverse en Plaza de Mayo diciéndoles “Vuelvan a sus hogares en paz”, luego de haber pronunciado como ella lo hiciera un discurso de tomo amoroso a sus adictos.

Cuando días después cambiara el tono del discurso volviéndolo más agresivo, tal vez quiso revivir al Perón del 28 de agosto de 1955 cuando pronunció aquella frase trágica: “Por nuestra excesiva tolerancia, nos hemos ganado el derecho a reprimirlos”, definición trágica emparentada con el canto de los manifestantes “Si la tocan a Cristina qué quilombo se va a armar”.

De allí entonces que cabría preguntarse dicho en “buen romance” quién o quiénes se atreverían a tocar a Cristina y analizando la historia hay actores que faltan en ese reparto, porque durante el siglo pasado quienes “tocaban” y empujaban a los presidentes eran la oposición y los militares que terminaban en golpes de estado cívico-militares.

Pero ocurre hoy que ya no hay militares, no están y si quisieran protagonizar una defección contra la Constitución Nacional tampoco tienen con qué. Menos tienen ya como antiguamente fue “sponsor” internacionales. El “partido militar” ya no existe.

Tampoco existe la oposición, ni siquiera la “opo” como peyorativamente llamaba el kirchnerismo a todo aquel que no pensaba como ellos. Si por oposición hay que tomar a Juntos por el Cambio, ese espacio es una bolsa de gatos que se dan de zarpazos entre ellos. Se dicen ser la oposición pero ni siquiera tienen entidad para encontrarse entre ellos mismos.

Luego, los culpables de este caótico estado de cosas vendrían siendo los medios de comunicación que hoy resumen en abstracto a esos actores golpistas de antaño ya que en una maniquea maniobra de manipulación el kirchnerismo le hace creer a sus adeptos y a todo desprevenido que informar, que mostrar la realidad, que pasar en directo un juicio es conspiración y que sólo lo que CFK o los suyos inmediato dicen es la verdad.

Esta línea de razonamiento se comprueba con las propias palabras de Cristina Fernández cuando días pasados señaló de modo contundente que había sido puesta frente “a un pelotón de fusilamiento mediático”. Hábil juego de palabras dirigido al subconsciente colectivo de la masas ululante que la sostiene ya que “pelotón de fusilamiento” refiere a militares y a oposición conspiradora. Así, las balas ya no son de plomo sino de papel, de prensa.

Si Clarín mentía, ahora todos mienten, todos gatillan sobre Cristina Fernández cuando muestran la realidad, cuando informan sobre la iliquidez del Banco Central, cuando recrean las opiniones de los diarios internacionales cuyos editoriales señalan que la Argentina es cada momento más inviable, cuando los portales difunden las fotos o filmaciones de millones de argentinos al garete saltando y gritando consignas imposibles.

El demente que supuestamente no supo disparar un arma que los entendidos dicen que prácticamente imposible que falle no sería bajo esta hipótesis sino la herramienta que convierte aquellas balas de papel en un hecho real y tangible.

Según el kirchnerismo, los medios de prensa ya le gatillaron a Cristina y la bala no salió porque ella todavía sigue viva.

Otra coincidencia es que a Perón también intentaron asesinarlo y el líder salió ileso y huyó al exilio.

¿Ella también seguirá en cualquier momento el camino del exilio?

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