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Luis Benítez: “La ficción obedece a la premisa de ser un universo ordenado, así su temática sea el caos”

Luis Benítez responde ‘En cuestión: un cuestionario’ de Rolando Revagliatti

Luis Benítez: “La ficción obedece a la premisa de ser un universo ordenado, así su temática sea el caos”
Por Redacción Voces Críticas
jueves 08 de septiembre de 2022

Voces Críticas (Capital Federal) Esta vez es el turno de Luis Benítez, que responde "En cuestión: un cuestionario" de Rolando Revagliatti

 

¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?

 

LB: De ninguno. Detesto que se ponga en primer plano lo que un tipo padeció, dijo, hizo o intentó, cuando lo que me interesa primordialmente es su obra. Sobre todo, cuando la subrayada referencia alude a sus vicios y miserias, que parecen empaparse de grandeza solamente porque le corresponden a un genio. Siempre es más fácil imitar de algún grande las flaquezas que los méritos. Pero, aunque Dylan Thomas era un borrachín, no cualquier borrachín puede ser Dylan Thomas.

 

 

¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?

 

LB: “El Jardín de las Delicias”, de El Bosco, la primera vez que lo vi en el Museo del Prado. Yo estaba dando vueltas por la sala contigua y como quien no quiere la cosa, mi mujer me llamó desde la siguiente, sin decirme de qué se trataba. Fui hasta donde ella estaba y me lo señaló, sin agregar nada. Fue un shock ver las tres tablas allí, cubiertas de tanto universo. Y también, en Roma, las ruinas del palacio de Augusto, rojas sobre el Monte Palatino. Y el Palacio de Cnosos, en Creta, con sus 4.500 años de antigüedad, pimpante y absoluto a un costado de la ruta. Y Micenas, en Grecia continental, con la “tumba de Agamenón” (donde nunca fue sepultado Agamenón) junto a la Puerta de los Leones. Todo lo que desde niño leí sobre estos sitios y esa pintura, vinieron a mi mente en esos sendos momentos y cada vez que los recuerdo, como ahora cuando escribo sobre ellos, me sacude algo maravilloso, no hecho de palabras sino de sensaciones poderosas.

 

 

¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?

 

LB: Papelones protagonicé mil, como todo el mundo, pero algo gracioso y que todavía me causa mucha risa fue lo que me sucedió en 1979, yendo por una calle del centro de Buenos Aires. Años antes yo había escrito un folleto sobre trabajo manual para un sello editorial muy importante en aquel entonces, bien conocido porque, además, era tacaño y demorón para pagarle a los escritores. Iba distraído yo por ahí, cuando una mujer madura me llama y me vuelvo hacia ella y no la reconozco. Era la jefa de la colección donde esa editorial me había publicado el fascículo, en mi caso puntualmente pagado. La señora, tras darse a conocer, me pregunta si me habían pagado entonces aquel trabajo. Yo francamente ni me acordaba de él, conque le dije que no. Inmediatamente me citó en la sede de la empresa, para al día siguiente abonarme lo correspondiente. Antes de acudir a la cita recordé que sí me lo habían pagado, pero de todas maneras fui y muy seguro de que me sacarían de allí a patadas. Eso no sucedió y así fue que me pagaron dos veces. Con ese dinero y algo más que había ahorrado, pude editar mi primer poemario, que, como la mayoría de los autores, tuve que financiar de mi bolsillo… y gracias a la mala contabilidad de aquellos sujetos.

 

 

¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?

 

LB: Me hubiese gustado estar en una borrachería de Madrid, en el siglo XVII, donde cada tarde se reunían a molestarse mutuamente, pelearse y tomarse el pelo Miguel de Cervantes Saavedra, don Luis de Góngora y Argote, Lope de Vega y Francisco de Quevedo. Se querían tanto que casi no se podían ver. En cuanto a la segunda posibilidad, me hubiera gustado ser un personaje secundario en alguna de las narraciones de Cesare Pavese, por ejemplo, “La casa en la colina”.

 

 

El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?

 

LB: Son elementos sustanciales en muchas de mis obras, tanto en narrativa como en poesía, pues expresan al hombre y el hombre es el protagonista de cuanto escribimos. Es en los textos donde intentamos sentar sobre ellos —y muchos otros elementos más— algún criterio, darles una orientación, adivinarles un sentido. Eso solo sucede en la ficción, que invariablemente obedece a la premisa de ser un universo ordenado, así su temática sea el caos. En lo que llamamos “la realidad” todo sucede de modo diferente, sin criterio, orientación o sentido, simplemente sucede y, por lo general, no conduce a ninguna parte, no tiene ninguna necesidad de ello. En la ficción sí, obligadamente.

 

 

¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?

 

LB: Al Erasmo de Rotterdam que escribió sobre la montura de su caballo el “Elogio de la locura” y terminó de revisarlo en la casa de su amigo, Tomás Moro. En una semana dejó para siempre escrito uno de los textos más actuales… redactado en 1515.

 

 

¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...

 

LB: Las reseñas literarias escritas por conveniencia, a sueldo de un avisador, abundantes en adjetivos vacíos, lobbistas, y aquellas donde al que escribe solo le interesa “lucirse” como un marmota, en vez de introducirnos en la obra de un tercero, que es lo que de veras queremos conocer. Prefiero las imprecisiones del hombre común, que no sabe que es parte de una especie que puede muy bien ser definida como “el animal que narra”, porque todo el tiempo estamos contando algo, a los demás o a nosotros mismos. Y quien no sabe que está narrando lo hace de un modo exquisito, pleno de alusiones y elusiones que ignora que está empleando, pero que si le prestamos la adecuada atención a lo que dice, se tornan evidentes e inmejorables.

 

*Luis Benítez nació el 10 de noviembre de 1956 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, capital de la República Argentina. Es miembro de instituciones de su país, Estados Unidos, Grecia y la India, y ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Obtuvo, entre otros, el Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, Uruguay, 1996), el Primo Premio Tuscolorum di Poesia (Sicilia, Italia, 1996), el Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003) y el Primer Premio Internacional para Obra Publicada Macedonio Palomino (México, 2008). De entre los ensayos, antologías, etc., a propósito de su obra, citamos “Sobre las poesías de Luis Benítez”, de Carlos Elliff (1991), “Conversaciones con el poeta Luis Benítez”, de Alejandro Elissagaray y Pamela Nader (Tomo 1, 1995; Tomo 2, 1997), “Poemas reunidos” (antología en e-book, introducción, selección y notas de Elizabeth Auster, 2006), “La poesía es como el aroma. Poética de Luis Benítez”, de Camilo Fernández Cozman, “La novelística de Luis Benítez. Aproximaciones críticas a la historiografía, la mitología y la masculinidad patriarcal”, de Assen Kokalov (2015). Publicó a partir de 1980 los poemarios “Poemas de la tierra y la memoria”, “Mitologías / La balada de la mujer perdida”, “Behering y otros poemas”, “Guerras, epitafios y conversaciones”, “Fractal”, “El pasado y las vísperas”, “La yegua de la noche”, “El venenero y otros poemas”, “La tarde del elefante y otros poemas”, “Manhattan Song. Cinco poemas occidentales”, “La tierra permanece”, etc. Su libro “Amores patrios (las más conmovedoras historias de amor de la Argentina)” fue editado en 2012. Publicó a partir de 1997 las novelas “Tango del mudo”, “El metro universal”, “Hijo de la oscuridad”, “Sombras nada más (una novela del peronismo mágico)”, “Madagascar” y “Los amantes de Asunción”. De su dramaturgia se socializó en 2006 la pieza “18 whiskies”, así como de su cuentística fueron dándose a conocer, por ejemplo, “Zapping” y “Las ciudades de la furia”. Algunos de sus libros de ensayo son los titulados “Juan L. Ortiz: el contra-Rimbaud”, “El horror en la narrativa de Alberto Jiménez Ure”, “Jorge Luis Borges: la tiniebla y la gloria”, “La novelística de Teódulo López Meléndez: escribir desde la fisura”, “Carl Jung: un chamán del siglo XX”, “Sigmund Freud. El descubrimiento del inconsciente”, “Erich Fromm. El amor, el psicoanálisis y el hombre”, “Digresiones”, “Historia de la poesía argentina”.

 

 

¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?

 

LB: Sí, lamentablemente sí. Creo que es una consecuencia de nuestra misma condición de humanos. Somos un experimento fallido de la naturaleza y la hemos suplantado por un ámbito artificial, imposibilitados como estamos de volver al natural. Lo que hemos construido en torno de nosotros, para habitarlo, fue hecho “a nuestra imagen y semejanza”: es cruel, hostil e irracional, como el mono agresivo e inescrupuloso que no admitimos que somos en realidad. Mas como todo experimento fallido, albergamos en nosotros mismos la fuente de nuestra propia destrucción. El “mundo” que creamos desaparecerá con nosotros y a pesar del destrozo que hagamos, la Tierra a lo sumo demorará cinco mil años en restaurarse, como ya sucedió antes con extinciones masivas y sucesivas que tuvieron lugar. Alguna vez desapareció el 95% de la vida en el planeta y allí sigue estando todo él, esperando a que desaparezcamos de una buena vez.

 

 

¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?

 

LB: La imbecilidad, el lado idiota que todos tenemos, como lo especifica Paul Tabori en su libro “Historia de la estupidez humana”, lectura memorable. Tabori muestra y demuestra en ese volumen no solo que la bobería existió en toda época y cualquier lugar, sino que también, como ajustadamente afirma este autor rumano, es invencible. Recuerdo lo que dice de una plaga medieval, una oruga que se estaba comiendo todas las vides de Francia: la urgente medida fue excomulgarla y luego pasada al juzgado civil. Desde ese fuero se mandó apresar a una de las orugas para colocarla en el banquillo de los acusados; se le asignó un defensor letrado, pero el discurso del fiscal del reino pudo más y el insecto fue condenado a la pena capital. El hacha del verdugo lo partió en dos, en solemne acto ante el rey, los obispos y el pueblo vociferante. Ese año las orugas devoraron cuanto quedaba de las vides y cientos de miles de personas murieron de hambre.

 

 

¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?

 

LB: Con una dosis adecuada de resignación, entendiendo dos cosas: que en la mayoría de las cuestiones uno no tiene arte ni parte en el rumbo de lo que finalmente sucede, lo que está en manos de terceros y sin que medien en absoluto las actitudes ni las aptitudes de uno. En segundo lugar, sabiendo que la perfección es una muy ambiciosa unidad de medida griega, apenas un punto de comparación y no una meta, por lo inalcanzable que resulta ser. Entonces, ¿a qué apesadumbrarnos si terminamos a varios kilómetros de lo que nos proponíamos ser o hacer?

 

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