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ANÁLISIS DEL SEGUNDO DEBATE PRESIDENCIAL

Un debate que denuncia la decadencia de la política

Un debate que denuncia la decadencia de la política
lunes 09 de octubre de 2023

SALTA (Por Ernesto Bisceglia para Voces Críticas)  Ha pasado el segundo debate de los candidatos presidenciales dejando otra vez, como diría el famoso bolero, "un sabor a nada". Nuevamente, más allá de ideas peregrinas todo se concentró en tratar de destruir al contrario, intercambiar chicanas y exhumar pasados. Pero de política, nada.

No solamente los argentinos han comprobado que la política como actividad creadora y como factor de desarrollo no existe, sino que además ha quedado expuesta la ausencia de liderazgos. En efecto, en la política argentina no existe un solo líder, un caudillo que por lo menos tenga un carisma que atrape, que entusiasme. Nadie da la talla ni cercanamente de lo que fuera un Raúl Alfonsín o un Carlos Menem, incluso.

Todos son productos mediáticos, productos de ocasión electoral, pero sin continente, sin color definido, puestos allí por imperio de las circunstancias, del lobby de los grupos interesados en incidir en el poder para beneficio de ellos. Aquella frase del cantante Piero "Para el pueblo lo que es del pueblo" es nada más que una pincelada romántica porque a los candidatos que se vieron anoche "El Pueblo" no les interesa para nada.

Ninguno de los candidatos se acerca a la figura de un estadista, ni siquiera en la definición de Winston Churchill: "El estadista piensa en las próximas generaciones, el político piensa sólo en las próximas elecciones". Esta gente está concentrada en los resultados del próximo 22 de octubre y luego en noviembre, después de eso "el diluvio".

El liberal libertario -rara definición de liberal-, Javier Milei, acaudala votos en función de una explosión cibernética al estilo de la "Primavera Árabe" que se llevó puestos varios gobiernos en el Magreb en una ilusión de revolución impulsada por los jóvenes pero cuyos resultados se diluyeron prontamente. Aquí, en Argentina, corremos ese riesgo, de que Milei sea un artículo de temporada y que las reformas que pretende establecer causen más daño que beneficios, no porque sean malas sino porque la idiosincrasia y la decadencia intelectual y social de los argentinos no esté a la altura de semejante revolución de paradigmas.

La baqueteada, Patricia Bullrich, es como esos alumnos que se preparan para rendir el examen final con el Resumen Lerù (una antigüedad el concepto); su único argumento fuerte es el recuerdo de su mano dura con las Fuerzas Armadas y de Seguridad. En el debate, en el impulso de mostrar determinación castrense dijo que "Entraré a Rosario con la policía, la Gendarmería y las Fuerzas Armadas si es necesario", un exabrupto porque la Ley impide a las últimas actuar en asuntos internos. En economía evidentemente en la última semana le hicieron estudiar algunos conceptos pero de políticas de Estado, nada.

La abogada, Myriam Teresa Bregman, destella por una inteligencia y oportunismo propios de una mente preparada, pero si no fuera su fanatismo de izquierda tal vez podría en otro contexto haber sido una candidata con mejor "background" para disputar un cargo, pero su discurso se queda hundido en la ceguera del reduccionismo que tienen todos los "zurditos" (Milei dixit).

Párrafo aparte para Juan Schiaretti, un político severo, augusto incluso, que recuerda a esos viejos lideres pero sin potencia, sin chispa carismática. El único que puede exhibir coherencia entre su discurso y los hechos porque la provincia de Córdoba es un ejemplo de que "Mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar". Las obras y el progreso son palpables en toda Córdoba, pero en el caso de Schiaretti la autoreferencia sostenida de lo provincial invita más a trasladarse a vivir a "La Docta" que votarlo como presidente. Con todo, con más presupuesto y marketing pudo ser un producto potable.

El caso de Sergio Massa es un ejemplo claro del "bicho", el tipo inteligente, audaz y sobre todo caradura. Un argentino medianamente inteligente no puede comprender como un sujeto que hundió al país en menos de un año, disparó la inflación a límites lindantes con la hiperinflación, abrió la brecha cambiaria como no hay memoria y elevó los índices de pobreza a niveles donde la mitad de los argentinos están a punto de perder hasta su calidad de ciudadanos, puede alegremente pretender la presidencia diciendo que en tres meses cuando él asuma vuele la alegría, el futuro, el progreso y este porquerizo en que su gobierno ha convertido a la Argentina será mejor que el país de Alicia y sus maravillas. Quizás sea que el kirchnerismo agonizante ya no tiene a nadie con algo de sinapsis y la falta de moral suficiente como para proponerse como candidato. Otro que de políticas de Estado no dijo absolutamente nada.

El resumen es que todo este descalabro es culpa de los mismos que estuvieron en el debate, a excepción de Milei que no tuvo cargos ni ejerció función pública pero que nos deja la duda sobre los intereses que lo sostienen que deben ser los mismos que pusieron a estos engendros en las últimas cuatro décadas.

La política es una herencia de nuestra cultura grecolatina y fue la herramienta que consolidó el concepto de Estado con la Polis (Ciudad) que era sagrada para los antiguos. Rómulo mató a su hermano Remo por trasponer indebidamente los límites de la Ciudad dice el mito, hasta allí era la importancia del espacio ciudadano. Y de Polis deviene el término político definido como "Aquel a quien le importan las cosas de la Polis, es decir, de la Ciudad".

No vemos en ningún nivel que a ninguno de los funcionarios encaramados en los puestos de gobierno le importe ni la Ciudad ni los ciudadanos; de otra manera, con un mínimo de esfuerzo tendríamos otras ciudades, otro país. Con tan solo un poco de vocación de servicio nada más.

Nunca más apropiadas vienen a la ocasión aquellas palabras de Leandro N. Alem pronunciadas en su célebre "Acto del Frontón", cuando dijo que: «No hay, no puede haber buenas finanzas, donde no hay buena política. Buena política quiere decir respeto a los derechos; buena política quiere decir aplicación recta y correcta de las rentas públicas, buena política quiere decir protección de las industrias útiles y no especulación aventurera para que ganen los parásitos del poder (...) Pero para hacer esta buena política se necesita grandes móviles; se necesita buena fe, honradez, buenos ideales; se necesita, en una palabra, patriotismo. Pero con patriotismo se puede salir con la frente altiva, con la estimación de los conciudadanos, con la conciencia pura, limpia y tranquila, pero también con los bolsillos livianos (...)"

El que tenga patriotismo, estimación de los ciudadanos y bolsillos livianos, que levante la mano. A ése votaremos.-

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