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ESCÁNDALO EN LA CÁMARA DE DIPUTADOS DE LA NACIÓN

Escándalo sexual en el Congreso de la Nación: el diputado salteño Ameri por la boca muere

Salta no gana para sustos; en medio de la emergencia sanitaria, la tarde del jueves 24 de septiembre un diputado nacional dio la nota porno en el recinto

Juan Ameri
viernes 25 de septiembre de 2020

ARGENTINA (Por Laureano Núñez Bazán) La tarde del jueves 24 de septiembre de 2020, esta Argentina pandémica despertó de su eterno letargo para montar el numerito más soez de los últimos tiempos en el Congreso de la Nación, otrora sede de personalidades de grueso calibre político y con el peso otorgado por trayectorias sólidas y dignas. 

La vergüenza no provino sino de un legislador de poca monta del norte argentino, de Salta, más precisamente, cuna de la tradición. Juan Emilio Ameri es el nombre del parlamentario del que a estas horas ya habló el país entero, desgajando sus odres putrefactos en un lodo de vergüenza, chanzas de mal gusto y dudosas y odiosas comparaciones provenientes de las redes sociales, termómetros que tantean de inmediato los humores nacionales e internacionales.

Mientras en la Cámara baja tomaba la palabra el diputado Carlos Heller, refiriéndose a los “recursos regulares de la seguridad social", en el mosaico de las sesiones virtuales a las que Zoom ya nos tiene acostumbrados, en el plano inferior se divisaba a un cachondo diputado, ignoto hasta ese momento para el común de los mortales. Entre escarceos amorosos, el hombre en cuestión prodigaba mimos a una mujer que aparentemente estaba sentada arriba de él, escena que terminó en una brusca bajada de escote para besar el seno de la dama, si de esta decorosa manera se podría describir a su acompañante.

Las voces repudiando el hecho no se hicieron esperar, alzándose para defender la dignidad de tan honroso lugar. El presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, interrumpió el debate “desgraciadamente” para plantear “la falta grave de un diputado en el marco de las sesiones de asistencia presencial y remota” para señalar una “situación que nada tiene que ver con el normal decoro y funcionamiento de esta casa”.

Acto seguido le asestó el “verso pollice” (giro del pulgar) -gesto que solían impartir los romanos a los gladiadores- al diputado Ameri y pidió la aplicación del artículo 188 del reglamento, disponiendo “su suspensión inmediata”, y pidiendo “la conformación de una comisión de cinco miembros de esta casa para que determine la sanción tal como lo prevé el reglamento para determinar si corresponde la expulsión”.

El resto es historia conocida, las lágrimas de cocodrilo de un Ameri arrepentido recordaban como por arte de magia ser padre de tres hijas, explicando el beso fallido a un desliz atribuido al descuido de pensar que no estaba “al aire”, al decir de Fernando Bravo y su popular aviso en el programa “Alta Tensión” cuando anunciaba el regreso de la tanda publicitaria. Finalmente, pasada la medianoche, Ameri tuvo el buen gusto de presentar la renuncia, que fue aceptada por amplia mayoría de sus pares.

La bizarría, que nada tiene que ver con la verdadera acepción de la palabra otorgada al valor que ostentan las personas, sino en la más cataléptica y errónea acepción de “ordinario”, se decantó por todos los sectores políticos que, rasgándose las vestiduras, iban cayendo como fichas de dominó: el Frente de Todos salteño; el senador por Salta, Sergio “Oso” Leavy; Fernando Ruarte, referente de La Cámpora Salta, y el mismísimo gobernador de Salta, Gustavo Sáenz.

La lista se engrosaba en el plano nacional con Baby Etchecopar y el siempre locuaz Aníbal Fernández que alzó su voz a través de Twitter para esbozar una insólita defensa de Ameri, atacando a la diputada del bloque Juntos por el Campo, Paula Oliveto, que se refería al legislador pasado de temperatura como “asqueroso diputado kirchnerista”, a lo que la Morsa respondió: "Dejáte de joder. Es preferible un diputado desubicado y calentón, que una diputada mala leche, que arma operetas con narcotraficantes en el living de su casa".

El circo mediático nos brindaba una inesperada función vespertina con números para todos los gustos. En medio del show, Ameri ensayaba explicaciones radiales al tiempo que se hundía aún más en el fango: "Le dije '¿te puedo dar un beso?' y le di un beso en la teta, nada más. La verdad, yo estaba convencido de que no tenía Internet y cuando volvió la conexión me reconectó de forma automática". Y para inflar más sobre lo abultado, Ameri aclaró que hacía diez días su pareja se había hecho “una implantación mamaria” y al salir del baño le preguntó “cómo le habían quedado las prótesis”. Todo un poema, señores, ¡de la más alta escuela!

El currículum, o mejor expresado, prontuario de Ameri desfilaba por cuanto artículo periodístico del país emergía a esas horas, dando cuenta desde denuncias por acoso sexual hasta agresión física a compañeros del partido político, sin discriminación de sexo alguna, en lo que se podría calificar como un auténtico “heteroacosador”. Los epítetos no se hicieron esperar tampoco: chupachichi (con video incluido), pornodiputado, webcamer y cochinote fueron algunos de los inspiradores apodos que cosechó.

Cerrando el día, reflexiono sobre los grotescos sucesos acontecidos en el mancillado reducto del Congreso de la Nación, acostumbrado ya a los improperios y desplantes de una cada vez más empoderada vicepresidenta, a los insultos y manejos de intereses espurios a los que últimamente se ve sometido en términos institucionales.

Como antecedente de escándalos sexuales traigo a colación aquel episodio nefando vivido por el ex gobernador de San Luis y ex presidente de la Nación, Adolfo Rodríguez Saá, ahora senador nacional, cuando en 1993 fue protagonista de un confuso incidente en un motel, donde estaba con su amante María Esther Sesín, conocida como la Turca, y fue sometido a escenas de sexo, droga, violencia y pornografía, hecho por el que Sesín fue acusada de haber secuestrado al gobernador en connivencia con su otro amante, Walter Salgado. Algunos detractores de Rodríguez Saá, todavía mascullan el mote que por esos días se le dio, "Adolfo, el consolador".

Churo, ¿no? La pregunta que surge de cajón sería: ¿se puede retornar del ridículo? Parafraseando al entonces famoso hotel alojamiento puntano y nido de amor del Adolfo podría responder con toda honra: "Y... no C”. ¡El que esté libre de pecado que tire la primera piedra!

 

 

 

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