Última hora

EL SANTO DE TU DÍA

San Antonio de Padua: “el santo de todo el mundo”, para gloria de Dios

Antonio de Padua, el taumaturgo, el orador, el “santo de todo el mundo", como lo llamó León XII, es el santo por antonomasia; su vida está vigente hoy

San Antonio de Padua  Imagen: Twitter

SALTA.- (Carolina Mena Saravia) Fernando de Bulloes y Taveira de Azevedo nació en Lisboa, Portugal, en 1195, y murió en Padua, Italia, el 13 de junio de 1231. Pocos años vivió, mas su fama se extendió por todo el mundo, al punto de ser llamado “el santo”. San Antonio de Padua es el santo del pueblo, "el santo de todo el mundo", presente en los hogares como un miembro más de la familia, pues difícilmente exista alguien que no haya oído hablar de él.

Pocos santos fueron dotados por el carisma, el don de la elocuencia y la capacidad para convertir los corazones más rudos como este taumaturgo inigualable que gozó de gran fama en vida. Por ello sus virtudes fueron reconocidas en tiempo récord, y la Iglesia lo llevó a los altares rápidamente.

Mientras más crecía su fama, más milagros realizaba san Antonio, o probablemente haya sido a la inversa. La capacidad para transmitir la fe a veces no necesitaba ni siquiera de ese don prominente que lo caracterizó: la palabra y la oratoria como la espada a fin de luchar contra el enemigo y ganar almas para las huestes del Señor.

Su vida, completamente, fue un auténtico guion escrito por inspiración divina, revelado en el desarrollo de los más impresionantes sucesos que una mente pueda imaginar. Desde aquel famoso milagro en el cual hablaba con los peces, pasando por el no menos conmovedor episodio en el que tomó el pie amputado de un joven, uniéndolo nuevamente a su cuerpo, y aquel en el que una mula, que llevaba días sin comer, eligió postrarse ante Jesús Eucaristía antes que engullir el heno que se le ofrecía, demostrando así la presencia de Jesús en el sacramento eucarísitco.

Al poco tiempo de morir, su cuerpo ya en estado de descomposición mostraba un miembro sin alteración: la lengua. Era el instrumento por el cual las almas volvían a la vida, y su prédica se hizo famosa en todos los rincones. Las iglesias de la época no tenían capacidad para cobijar la multitud que acudía a sus sermones, por eso tuvo que recurrir a las inmensidades de los campos donde la gente asistía en masa a escuchar sus prédicas.

Cuentan que en una oportunidad, la multitud aplastó un sembradío de trigo para oir sus sermones; al acudir el dueño para quejarse ante Antonio por el daño ocasionado a su predio, el santo le prometió que tendría su cosecha. Al día siguiente, inexplicablemente, una nube de trigo había crecido en el lugar.

Estando el santo en la ciudad de Limoges, Francia, durante una prédica como tantas otras al aire libre debido a la cantidad de gente se avecinó una tormenta, y cuando el cielo empezó a descoserse la multitud emprendió la retirada. Ante el llamado de san Antonio invitándolos a quedarse asegurando que no se mojarían, hicieron caso. Efectivamente, la lluvia empapó todos los alrededores pero ni una gota cayó en el lugar de la prédica.

Antonio de Padua, el taumaturgo, el orador, el “santo de todo el mundo”, como lo llamó León XII, es el santo por antonomasia. Aquel a quien acude el desesperado promesante que, habiendo perdido alguna pertenencia, recurre a él comprometiéndose a depositar el diezmo en la urna del pan de los pobres de las distintas iglesias franciscanas del mundo entero.

Por ello, el milagro más prodigioso fue su amor a la niñez de Jesús, de ahí que la iconografía lo retrata con el Niño Jesús en sus brazos, acorde a los relatos de la época: “Habiendo Tiso (gran amigo de Antonio) observado un día de que fuera de aquel quarto se veían algunos rayos de extraordinaria luz, corrió y vió al santo abrazado á un preciosísimo Niño, que dulcemente lo acariciaba. Quedó Tiso sorprendido de admiracion, y entre sí mismo pensaba, quién, y cómo se habría introducido en el quarto de Antonio aquel Niño desconocido, y como resplandecía la pieza con tanta luz. Creció su admiración, quando advirtió los tiernos besos, que al santo daba el Niño, acompañados de gran magestad, y el dulce embeleso en que estaba absorto Antonio, como en éxtasis; de lo que finalmente concluyó, que aquello era cosa divina, y que Iesu-Christo, en forcias las fatigas que padecia por su gloria. Mientras que se divertía estático el Borghese admirando el dulce espectáculo, desapareció el Niño” (extracto de un pasaje del libro "Vida del taumaturgo portugués san Antonio de Padua, escrita en italiano por el abate don Manuel de Acevedo, natural de Coimbra", del año 1790). 

Sin más palabras, san Antonio es patrón de los papeleros, los albañiles, los pobres, los viajeros, las mujeres estériles… y podría decirse, haciendo honor al mote de León XII, "de todo el mundo". Sus sermones y prédicas son y serán recordadas por siempre en la Iglesia, para gloria de Dios.

 

SEGUÍ LEYENDO
Últimas noticias
MÁS LEÍDAS