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Un sangriento Día de Reyes en plena Guerra de Independencia

Aquel agitado 1817...

Un sangriento Día de Reyes en plena Guerra de Independencia
Por Redacción Voces Críticas
lunes 06 de enero de 2020

SALTA.- (Por Rodolfo Leandro Plaza Navamuel para Voces Críticas) Aquel agitado 1817 venía arrastrando desde el año anterior numerosos encuentros entre patriotas y realistas en la Quebrada de Humahuaca y Yavi, Jujuy. En su avance hacia Salta, las fuerzas realistas entre otros hechos aberrantes habían tomado numerosos prisioneros que el 6 de enero, en la plaza cercana al lugar de su detención, fueron degollados más de cuarenta patriotas de los de Yavi, entre las que se contaban tres mujeres, así lo informó aquel distinguido veterano de la Independencia, el entonces teniente de la Segunda Compañía del Escuadrón del Valle de San Carlos don José Remigio de Lea y Plaza.

Encontrándose Lea y Plaza en esas riesgosas maniobras de la Gesta Salteña en distintos parajes de la Quebrada de Humahuaca junto al capitán José Francisco “Pachi” Gorriti, se batió valerosamente en Yavi, pero la avanzada enemiga terminó por imponerse en el trance, siendo apresado y trasladado por los realistas a una cárcel de Potosí, debiendo someterse en esa situación a una travesía sumamente cruenta. Al cabo de varios meses, después de trágicos sucesos registrados en las inmediaciones de su encierro y tras ser sometido a un consejo de guerra para su casi segura ejecución, pudo escaparse. Huyó al amanecer hacia un cerro de las proximidades, refugiándose en el interior de una mina con la intención de esperar hasta la noche siguiente para continuar la fuga, pero, según sus declaraciones, expuestas por orden del teniente coronel Gregorio Aráoz de Lamadrid ante oficiales de la División de Vanguardia del Ejército Auxiliar que éste comandaba, en el interior del socavón “fue sorprendido por un cholo, aparentemente cuidador de la mina y temiendo que vaya a delatarlo ya que en aquel momento aún llevaba puestas las cadenas de la prisión, no tuvo otra alternativa que quitarle la vida”. Declaró asimismo que semanas antes de su fuga, “unos cuarenta y tantos prisioneros de los de Yavi fueron degollados en la plaza cercana al lugar de su detención el Día de Reyes, junto a tres mujeres de los patriotas de aquel pueblo”. Informando “que a las cuatro de la tarde del mismo día voló el almacén de pólvora, con tres mil quintales que tenían en el Convento de Santo Domingo, cuyo incendio derribó las cuatro cuadras en contorno de dicho convento (...)” hundiéndose dieciocho piezas de artillería y que murieron ochenta y tantos artilleros y todas las familias de aquellas cuatro cuadras.

El mismo día que había escapado don José Remigio “supo por un muchacho del Marqués de Yavi, que a éste lo habían puesto en capilla, pero que ignora si lo pasaron por las armas”. Sobre su arribo a Potosí, dijo que dos días antes de Reyes entró a dicho pueblo el jefe realista conocido como El Caudillo Tacón a cargo de doscientos hombres mal armados y la mayor parte heridos, resto de dos mil quinientos que fueron derrotados en las inmediaciones de Chuquisaca, señaló que ignora el nombre del jefe vencedor, “pero sabe que es nuestro”. Explicó el teniente José Remigio de Lea y Plaza que en el trayecto a Oruro, a unas dos jornadas de esa población, el grupo de prisioneros que él integraba se encontró con el batallón de los Fernandinos que conducía presos a mil y tantos patriotas de La Paz, a los que se unieron y de inmediato emprendieron regreso a Potosí, porque temían que dos mil quinientos hombres que estaban reunidos en el Cerro Gordo, entre desertores y paisanos prófugos, intentaran quitarle los prisioneros.

Agregó que de todos estos “apenas llegaron a Potosí doscientos y tantos a causa de haber fusilado a los demás en el camino conforme se iban cansando”, ya que por dicho temor era un objetivo primordial cubrir el trayecto hasta Potosí en el menor tiempo. Informó de otros hechos gravísimos ocurridos en Potosí con anterioridad a ese episodio e indicó que él y sus compañeros de presidio habían sido “víctimas del peor trato por parte del enemigo”. Dio una detallada explicación de todas las peripecias que debió sortear en su difícil camino de regreso, en el que no faltó el encuentro con comunidades aborígenes poco amistosas y a las cuales, no obstante, consiguió aplacar, hasta llegar sin otro inconveniente a su regimiento de los Valles, lo que alcanzó –indica la historiadora Cadena de Hessling- “merced a su dominio de los idiomas quechua y aymara, que aprendió cuando niño en el trato con los peones de la estancia de su padre”.

Estas declaraciones fueron tema de una carta de Belgrano a Güemes, fechada en Tucumán el 3 de abril de 1817, en la que luego de referirse a la huida de prisión del oficial patriota don José Remigio de Lea y Plaza entre el 6 y 7 de marzo, el general Belgrano menciona en su misiva a los cuarenta prisioneros de Yavi degollados en la plaza el Día de Reyes, como así a cuatro mujeres patriotas y a los espaciados fusilamientos de más de mil prisioneros en el trayecto desde Yavi a Potosí, a donde solo llegarían poco más de doscientos: “Esto, con la orden de Ramírez para que no llegase a Santiago ningún oficial vivo y haber muerto a cuatro en cuatro pascanas que hicieron, me confirma en mi opinión que son unos inicuos y me conservará en ella aunque les viese hacer milagros. Aseguro a usted que calificados aquellos hechos, al primero que ahorco si lo pillo, es al general”.  En alusión al jefe realista en el Alto Perú José de La Serna, prevenido por Belgrano, según se ha visto, de que actuaría a la recíproca conforme sean sus actos de barbarie.

Después de otras consideraciones, Belgrano señala que: “Creo que el tal Serna será general como yo. ¿Qué objeto ha podido tener el envío de las fuerzas de Centeno, Olañeta y Marquiegui?, ¿tomar a Arias, rescatar su artillería y prisioneros?. Es preciso no conocer el país para delirar así, ni tener idea de la gente que le hace la guerra; lo que me convence que ni Olañeta ni Marquiegui son bien instruidos o de que, y será lo más cierto, no tienen influencia con un general español, benemérito en un grado heroico y eminente, pero tan bruto y salvaje como el otro benemérito de Chile de los zapatos de raso bordados de oro: convengamos en que son muy bárbaros”.

Por Rodolfo Leandro Plaza Navamuel para Voces Críticas

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