2019-10-09

POR CAROLINA MENA SARAVIA

¿De quién se esconden los políticos de Salta? Romero con las botas bien puestas

SALTA .- (Por Carolina Mena Saravia para Voces Críticas) En este trémulo panorama político, la suerte no está echada todavía. Mejor dicho, las velas de las naves se desplegaron para llevar adelante el último tramo de la campaña electoral. A poco menos de 15 días de las elecciones nacionales que darán a luz a un nuevo presidente para Argentina, el desembarco de Mauricio Macri en Salta ya está levantando olas.

Mañana, jueves 10 de octubre, será el gran día, y con el general Güemes como testigo impoluto, subirá el presidente Macri al pedestal formulado para la ocasión en el marco de la campaña nacional #Sisepuede, con el objetivo de recorrer 30 ciudades en 30 días, formulando en cada uno de ellos una propuesta tendiente a levantar los alicaídos ánimos de los votantes.

Prometiendo también charlas con los vecinos de Salta, Macri va por todo en lo que sería su segunda visita a la ciudad en poco menos de un mes. Los que esquivan el encuentro con el presidente candidato no son pocos. Ya se anunció que el actual intendente, ganador indiscutido en la reciente PASO del domingo, Gustavo Sáenz, no recibirá al primer mandatario. Tampoco lo haría el actual gobernador con los minutos contados, Juan Manuel Urtubey. Uno estaría ya probándose el traje de primer mandatario provincial, analizan en el entorno, y el saliente, no tendría nada que perder a estas alturas. Por ello las críticas se multiplican en torno a la descortesía protocolar que este gesto esgrime.

Si bien se trata de una visita en el ámbito de campaña electoral, está claro que “sotto voce” todos tejen alianzas con todos, pero a viva voz es conveniente negarlo al mejor estilo Iscariote, por Judas, digo. En este contexto, loable es la actitud del actual senador y candidato a ocupar nuevamente la banca Juan Carlos Romero, quien no solo confirma con voz cantante y sonante su asistencia, sino que sería uno de los oradores en el estrado.

No terminamos de acostumbrarnos a la prostitución política cuando de los mismos autores tenemos que presenciar el “ninguneo político”, eso sí, a medias tintas porque las cartas siguen levantándose por debajo de la alfombra en este juego de truco macabro. Recordemos que un importante porcentaje de la masa salteña que votó a Gustavo Sáenz todavía cree que sigue “siendo macrista”, aunque él se empeñe en afirmar: “Si me eligen gobernador el 10 de noviembre voy a trabajar con el presidente, sea el que sea, codo a codo”.

En medio del ferviente optimismo que reina en las lides del recargado Juntos por el Cambio, lo cierto es que los roles están definidos a rajatabla. Macri descendió al llano para mezclarse con el pueblo, mientras el candidato de la oposición, Alberto Fernández, teje y desteje alianzas con el establishment.

La torta es una sola y está por verse cómo se reparten las porciones. Por lo pronto, Mauricio Macri puso toda la carne en el asador. Tan pronto besa una bandera celeste, símbolo de la lucha provida, como sin titubear, para sorpresa de muchos, declara su amor a una seguidora tucumana que, perdiendo su zapato, subió al escenario donde estaba el presidente, y ni lerdo ni perezoso besó su pie con ademanes de príncipe, para proclamarla su “cenicienta tucumana”.

Ya lo decía el Quijote: “El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”, y en este caso se podría agregar que también tiene la palabra quien observa mucho. Aun así, está claro que el material para urdir hipótesis no abunda. En tiempos sombríos de estampida de lealtades viene a mi cabeza la frase de Francisco Garzón Céspedes: “La lealtad no depende de las circunstancias porque es la permanencia de los principios”. ¡Quien quiera oír que oiga!

 

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