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CRIMEN DE RUGBIERS EN VILLA GESELL

La carta del rubgbier Tomás Hodgers. "Por este narcisismo colectivo...Nadie se hizo cargo ni pidió perdón"

La carta del rugbier de 23 años que subió a twitter y se hizo viral. En ella dice la gran verdad que nadie se animó a decir: “Nos creemos moral y físicamente superiores al resto”. Enterate la severa autocrítica que hace sobre el mundo de los rugbistas

La carta del rubgbier Tomás Hodgers. "Por este narcisismo colectivo...Nadie se hizo cargo ni pidió perdón"
Por Redacción Voces Críticas
miércoles 22 de enero de 2020

ARGENTINA.- (Redacción Voces Críticas) Tomás Hodgers, jugador de rugby de Rosario, escribió una carta expresando una autocrítica severa en relación al crimen de Fernándo Báez Sosa, el cual fue llevado a cabo por la golpiza que 10 rugbiers, oriundos de Zárate, le propinaron al joven a la salida de un boliche en Villa Gesell.

Esta acción causó  indignación y bronca de todos los argentinos, quienes repudiaron esta cobardía. Recientemente se confirmó que fueron imputados como coautores del asesinato del adolescente de 18 años, Máximo Thomsen y Ciro Pertossi. A raíz de esto y toda la gran tristeza y desazón que desencadenó este accionar desgraciado, Tomás Hodgers, publicó una carta y la posteó en su cuenta de twitter, en pocas horas las carta fue furor en las redes sociales.

Decidí escribir lo que escribí para que empecemos a hacer una autocrítica" explicó, al mismo tiempo que dijo “Nos creemos el ejemplo y nos creemos moral y físicamente superiores al resto” recalcó en la carta. Asimismo, hizo hincapié que “nadie se hizo cargo ni pidió perdón”. También dijo “Nos indignamos porque creemos que nos estigmatizan, que nos ponen a todos en una misma bolsa e intentamos impetuosamente mostrarle a la sociedad qué tan equivocada está con ese prejuicio”.

Sí, fuimos nosotros

Nadie se animó a decir que fuimos nosotros. Nosotros, los que vivimos en el hermético mundo del rugby, nos convencemos de que no tenemos nada que ver con diez u once loquitos que le pegan en el piso a un pobre pibe hasta matarlo. Nos desentendemos. “Eso viene de casa”, decimos para sentirnos mejor.

Nos indignamos porque creemos que nos estigmatizan, que nos ponen a todos en una misma bolsa e intentamos impetuosamente mostrarle a la sociedad qué tan equivocada está con ese prejuicio. Argumentamos que nuestros valores son superlativos y que no existe deporte más digno y honorable que el nuestro. Decimos que es un deporte de bestias jugado por caballeros y se nos infla el pecho.

Nos llenamos la boca hablando de Nelson Mandela y del respeto al árbitro, del tercer tiempo y de la camaradería. De la buena fe dentro de una cancha y del respeto a la autoridad. Nos creemos el ejemplo y nos creemos moral y físicamente superiores al resto. Es por este narcisismo colectivo, por este convencimiento ficticio que tenemos de nosotros mismos que nadie, ni una sola persona en el ambiente rugby se animó a decir que fuimos nosotros.

Nadie se hizo cargo ni pidió perdón. Pero sí, fuimos nosotros, los que habitamos el diminuto mundo del rugby, los que formamos a diez desquiciados que mataron con saña y odio a un pendejo indefenso. Lamentablemente también eran nuestros los acusados de violar entre cinco personas a una chica en La Plata, y los que golpearon salvajemente a un linyera en Olivos porque estaban aburridos.

También eran colegas los que abusaron de una chica en Miramar, los que le desfiguraron la cara a un pibito en Quilmes por chocar un auto y los tucumanos que casi matan a un empleado de un boliche en Pinamar. Es jugador de rugby, también, el rosarino al que filmaron golpeando salvajemente a su novia y que hoy camina como si nada hubiese pasado. Digámoslo, fuimos nosotros.

Diciendo que fuimos nosotros vamos a poder mirar a los ojos a todas esas víctimas y pedirles perdón sin vergüenza. Vamos a poder decirles que somos responsables, pero que vamos a hacer todo lo posible para cambiar todo lo mal que se está haciendo. Como jugador de rugby les pido a todos los que formamos parte de este ecosistema que seamos los primeros que denunciamos y repudiamos estas cosas, y no los principales encubridores de un amigo o conocido del club.

Tengamos los mismos huevos que tenemos en una cancha para mirar a la cara a ese padre, destruido por la muerte de su hijo por diez cobardes, y hacernos cargo. Digámoslo, fuimos nosotros, e intentemos cambiar.

 

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