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BANALIDAD EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS

¿Laura Cartuccia es víctima de la cuarentena o de la pandemia exhibicionista?

Cuando el coronavirus no solo afecta el cuerpo de los infectados, sino que alcanza con mayor virulencia las mentes pusilánimes de adictos a los cargos públicos

Laura Cartuccia. Fuente: Twitter

SALTA.- (Por Laureano Núñez Bazán para Voces Críticas) “A perro entendido basta un silbido, cuando los hechos asoman y no se trata de cualquier cosa, un muestra del botón basta para iniciar la explosión, de algo más que pueril, rozando lo revisteril”…, así y con rima incluida inicio, estupefacto, esta reseña. ¡Y sí! Revisteril es la forma en que podríamos calificar este nuevo capítulo en la vida de la ¿política?, oftalmóloga y sempiterna empleada pública, Laura Cartuccia, o a quien a estas alturas ya me estoy preguntando si le cabría mejor el mote de “la Cartuccia”, como gustan ser llamadas las figuras públicas de relieve, con carrera probada y un nutrido stock de cucardas, lo que en este caso parecería estar muy lejos, a menos que podamos considerar tales a la ristra de cargos públicos que viene ocupando desde un no tan lejano tiempo.

Está claro que el aislamiento social, la cuarentena y el coronavirus hicieron explotar las consultas psiquiátricas online; las recetas virtuales y los consejos en los sitios de autoayuda abultan el día a día. Es sabido que los momentos extremos en la vida de los seres humanos disparan reacciones inusitadas en las personas, para un lado o para el otro, ¿por qué la funcionaria en cuestión habría de ser la excepción de este virus?

A lo que casi nadie escapa en los últimos tiempos es al exhibicionismo desmedido, haciendo uso y en algunos casos abuso de las redes sociales. Y de eso se trata “la otra pandemia”, la que satura las redes con fotos, comentarios, y videos, algunas veces rayano en lo absurdo, pero de esos que ruborizaría al más pintado, en una muestra de pudor con “blush” incluido. Y Laura Cartuccia, ¿qué pito toca en este nuevo concepto de calamidad? “Todos”, diría un avezado investigador como Sherlock Holmes, y siguiendo su método me atrevería a decir que lo único que hice fue buscar la concatenación de un pensamiento, pero con el análisis de todas las pistas, llevado únicamente por las consignas de observar y razonar.

De ahí que buceando en su nutrido currículum, que va desde denuncias de malos tratos hasta una adicción por los cargos públicos -llegando a cobrar cuatro sueldos de la administración pública en 2016, además de su salario como funcionaria municipal-, la doctora percibía remuneraciones como auditora de IPS, encargada del Programa Nacional de Municipios y el que correspondía a su desempeño en el área de salud. ¡Una auténtica mamona del Estado o dient i’ leche, como la llamaría la masa poblacional!

El caso que nos ocupa es el nuevo estreno de Laura Cartuccia en el escenario redil… ¡Ta, ta, ta, tan…! Como si esto fuera poco se lanzó ayer al estrellato desde la red social Instagram. “Me visto con Adriana …”, anuncia el post que exhibe el video editado en cuadros con música de fondo, y ella, la blonda estrella, con atuendo pardo, posa como al más absoluto descuido en lo que a todas luces se considera en la jerga comercial “chivo encubierto”¿con canje incluído?

Más de uno se ruborizaría con esta acción, que en el contexto de cuarentena no logra más que reafirmar las teorías de los más aventajados pensadores que dio el mundo, sobre eso que bien se ha dado en llamar “la teoría del absurdo”, hipótesis basada en el manojo de reiteraciones inútiles, vacuas y sin sentido en las conductas, realizadas más por vicio o costumbre que por coherencia y juicio.

¡Oh, dioses de la sensatez y la cordura, desciendan sobre esta descarriada funcionaria pública profesional a fin de iluminar su sesera empiojada por lo que el coronavirus está dejando, cual lastra, en los bajoneados espíritus pandémicos! Llegó el momento, estimados,  de invocar al desahuciado Sísifo, emblema de esta teoría del absurdo, o bien la filósofa Hannah Arendt, solo que en este caso me atrevería a cambiar su famosa frase "la banalidad del mal” por “la banalidad de la b…z”. 

 

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