POR GLADYS A. COVIELLO PARA VOCES CRÍTICAS
Elefantes en la nieve
(POR GLADYS COVIELLO PARA VOCES CRÍTICAS) Saramago fue invitado por la Universidad de Salzburgo para hablar a los alumnos de la cátedra de portugués que dictaba Gilda Lopes Encarnacao. La profesora organizó una cena en su honor en un restaurante donde extrañas figuras esculpidas en madera y puestas en fila ornamentaban la entrada. Así, aparecían, encabezando la sucesión de esas esculturas pequeñas, la Torre de Belén de Lisboa y continuaban representaciones de edificios y monumentos europeos que sugerían un recorrido por Europa.
Saramago intrigado solicitó información que generosamente Gilda Lopes Encarnacao le brindó y cuyo significado era relatar el viaje del elefante que en 1551, Juan III, rey de Portugal, envió desde Lisboa hasta Viena.
Salomón, un elefante asiático más pequeño que los africanos, llegó a Portugal donde el animal desconocido llamó la atención de todos los habitantes del reino.
Salomón, el elefante, llegó acompañado por el cornaca, Subhro, quien estaba a cargo de su cuidado. Cuando la bestia se vulgarizó, los humanos perdieron el interés y surgieron los problemas.
Hace más de dos años que este animal llegó de la india y no ha hecho otra cosa que no sea más que comer y dormir, el abrevadero siempre lleno de agua, forraje a montones, es como si estuviéramos sustentando a una bestia que no tiene ni beneficio ni oficio, ni esperanza de provecho. Dijo la reina Catalina de Austria y sugirió a su esposo el rey de Portugal, Juan Manuel, regalárselo al su primo Maximiliano que estaba en Valladolid como regente de España.
Los preparativos para el viaje fueron intensos. Al aseo del elefante se sumó la numerosa comitiva diplomática que partiría desde Lisboa hacia Valladolid y la organización estaría a cargo del caballerizo mayor: hombres para ayudar al cornaca en el abastecimiento de los alimentos y el suministro necesario para los integrantes, más un pelotón de caballería por las dudas alguien intentara robar al elefante. La partida fue ceremoniosa. Durante la travesía por los pueblos, Salomón era admirado y reverenciado porque jamás habían visto tal bestia.
Maximiliano lo recibió alborozado y mandó confeccionarle una gualdrapa en que más de veinte bordadoras estuvieron trabajando durante semanas, sin interrupción, una obra que difícilmente encontrará par en el mundo, tal era la abundancia de piedras que, aunque no todas eran preciosas, brillaban como si fuesen, más el hilo de oro y los opulentísimos terciopelos.
Una serie de momentos divertidos durante el viaje del elefante invitan a la relectura, otros sucesos difíciles nos conducen a imaginar el cruce de los Alpes cuyas penurias serán infinitas en esos helados parajes penosamente se va arrastrando por las empinadas laderas del camino. Se acumula la nieve entre los gruesos y duros pelos del elefante (…) la capa de hielo oprime los cuartos traseros del animal.
Saramago recuerda a los elefantes de Aníbal Barsa y la travesía de los Alpes. Nos incita a recordar la historia del año 218 a.C. donde Aníbal, al mando del ejército cartaginés, con el objetivo de entrar a Italia e invadir Roma por vía terrestre, conduce a 30 mil hombres, 15 mil caballos y 37 elefantes pequeños norteafricanos (extinguidos en la actualidad). El famoso general cartaginés aníbal y su ejército de hombres y elefantes africanos que tantos disgustos acabaron dándole a los soldados de roma, aunque, según modernas versiones no se tratara de elefantes africanos propiamente dichos, de grandes orejas e imponente corpulencia, y sí de los llamados elefantes de los bosques, no mucho mayores que los caballos
Las bestias eran el terror de los romanos. El objetivo consistía en amedrentar a tropas enemigas y romper sus líneas pisoteando a los soldados. Los elefantes anticiparon la posterior función de los tanques de guerra. La Historia considera el cruce de los Alpes como uno de los logros más celebrados de cualquier fuerza militar durante la antigüedad.
La narración de El viaje del elefante nos conduce a visionar el documental Tras la huella de Aníbal donde se refuerza la unión indisoluble entre cine y literatura.
Recuerdo aquella mañana del año1992 en Barcelona cuando un pasacalles extendido desde una vereda a otra en el cielo invitaba a conocer animales exóticos inexistentes en Europa llegados desde la Argentina al Zoo. La foto gigante de dos osos hormigueros con sus majestuosos pelajes me sorprendió. Entonces comprendí la admiración por el elefante que llegaba a Lisboa desde la India.