Última hora

El fantasma del convento

Mitos urbanos: el caso del fantasma de la monja fallecida en el Convento San Bernardo

Mitos urbanos: el caso del fantasma de la monja fallecida en el Convento San Bernardo
lunes 17 de julio de 2023

SALTA (Por Julio Casanova para Voces Críticas) Hubo un tiempo y no muy lejano en que todavía era posible hallar extrañas manifestaciones en lugares como las iglesias, reminiscencias quizás de los enterratorios que todavía existen bajo las nuevas losas que pisan los fieles.

Aparecidos, túneles, relaciones non santas, todo un universo de creencias que pasaron de generación en generación sin constatación posible pero que en el imaginario colectivo se dieron por ciertas. El caso más famoso quizás sea el del famoso túnel que uniría el Convento San Bernardo con la Iglesia San Francisco, por donde la afiebrada imaginación de alguien inventara que servía a los fines de encuentros íntimos entre monjas y frailes.

La historia viene a destruir ese mito ya que el establecimiento de la Orden del Carmelo data de alrededor de 1850, fecha para la cual los dichos túneles ya no existían pues el avance de la ciudad los habría destruido. Hay que decir que esos túneles databan desde la Fundación y unía la entonces Ermita de San Bernardo, límite este de la Capital, pasaba por la actual calle Caseros, alcanzaba el Cabildo, ingresaba por la antigua Matriz o Iglesia de los Jesuitas que se hallaba donde hoy existe una confitería en calles Mitre y Caseros y continuaba hasta la antigua Iglesia de La Merced que supo estar en la esquina de Ituzaingó y Caseros. Más o menos así. El fin de aquellos túneles era protegerse del ataque de los aborígenes.

Pero como todo sitio de recogimiento, el Convento San Bernardo, también fue sitio de actividad paranormal según contaban entonces. Hay que decir que las monjas habitantes allí todavía manejan su agenda diaria según las horas canónicas; es decir, el horario que regía la vida de las abadías medievales, comenzando con Laudes y Maitines (5 AM), luego la Hora Tercia (9AM), el Ángelus (Mediodía), la Hora Nona (15 PM), para terminar con Vísperas y Completas (Hacia las 20 PM, más o menos). Este horario está regido por el toque de la campana que señala cada actividad.

Supo ocurrir hacia el fin de la década de 1960, que cierta tarde los alrededores del vecindario inmediato a San Bernardo, fueron ganados por el toque a muerto de la campana. Lo extraño de la situación puso a los vecinos en las veredas que se preguntaban sobre lo que habría pasado, hasta que una de esas vecinas siempre atentas a lo que ocurre recorría las veredas aledañas al grito de: "¡Se murió una monja!".

Allí se agolparon todos a ver ese extraño velatorio ya que las monjas que rezan y cantan desde el refectorio ubicado al lado del altar, detrás de una gruesa cortina y una reja de importantes pinchos de hierro que mantiene a todo curioso alejado, esa tarde habían corrido las cortinas y expuesto el ataúd al público.

El espectáculo era ciertamente dantesco, una magra luz revelaba un ambiente propiamente medieval, con antiquísimas esculturas y cuadros de tonos oscuros, grandes candelabros con velas ardiendo. La fallecida, vestida con su hábito, tenía la cabeza tocada con una corona de flores, otro ramo en las manos junto al rosario y el ataúd lleno de flores alrededor. En torno al catafalco, ocho monjas todas cubiertas en el rostro por velos oscuros recitaban interminables letanías.

En un momento, ingresó el obispo de entonces quien rezó un responso, tras lo cual, las monjas colocaron la tapa al ataúd y entre todas, con gran esfuerzo se llevaron el cuerpo hacia los patios interiores donde se halla el cementerio privado de las Carmelitas. La cortina se cerró y el espectáculo terminó.

Entre los curiosos que se aferraban a los hierros estaban los padres de la difunta, que se quejaban amargamente de no haber podido despedirse de su hija porque la Madre Superiora no le dio el permiso de ver a la monja durante su agonía. De la misma manera, se decía, que la muerta había rogado en múltiples ocasiones que la dejasen ver a sus familiares antes de morir, lo que también le fue negado.

Tiempo después, comenzó a circular un fuerte rumor de que hacia la hora de la oración, cuando la noche va ganando con las primeras sombras, parada en la puerta del Templo de San Bernardo, se podía ver la silueta de una mujer. Era como una especie de bruma que revelaba las formas de una mujer cubierta con el hábito. Por aquellos años el tránsito vehicular era escaso y las costumbres sociales todavía estaban impregnadas de costumbrismo decimonónico, de modo que las madres salían a buscar a los hijos para ingresarlos a los hogares, se cerraban las ventanas y los postigos de madera, incluso las puertas de los zaguanes: "¡Vengan que los puede agarrar la monja!", amonestaban las madres a los críos. Para cuando la campana del convento celebraba las 21 horas, no había casi nadie en los aledaños, más todavía se trataba de invierno en que el vientillo del Cerro silbaba tenuemente por aquellas calles.

Tuvo que pasar toda aquella generación para que el mito del fantasma de la monja que dicen que se aparecía a esa hora -la de su entierro- buscando a su familia que había estado para verla en la hora undécima.

Nadie más volvió a hablar de aquella aparición ni de su historia. Será tal vez porque las creencias populares se mantienen vivas mientras vivos están quienes los alimentan. 

SEGUÍ LEYENDO
Últimas noticias
MÁS LEÍDAS