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POR ABEL CORNEJO PARA VOCES CRÍTICAS

Una fiesta inoportuna

Una fiesta inoportuna
lunes 24 de septiembre de 2018

Días atrás, con particular alborozo, se inauguró la nueva sede del Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Salta, en una señorial casona ubicada en la esquina sudoeste frente al monumento al general don Martín Miguel de Güemes. Curiosamente, algunos medios que dieron a conocer la noticia pusieron énfasis en el ambiente de camaradería, el clima distendido, la cocción de empanadas en un horno realizada con esmero y algazara por un camarista más la presencia de guitarreros para rematar la jornada. Mientras ello ocurría frente a uno de los principales puntos turísticos de la ciudad y en una de sus zonas residenciales más exclusivas, los ciudadanos de a pie vivían horas de creciente angustia ante la estampida cambiaria, la inflación y la incertidumbre que ello genera. Dos realidades abismalmente diferentes.

Pero eso no sería tanto, si no fuese que a la par del relato del evento solaz y la plenitud de sus contertulios, los medios también hicieron conocer que el Consejo de la Magistratura de la Nación había abonado por la renta de la casona la suma de $8.300.000 por 36 meses de alquiler, lo que suma un total de $236.000 en concepto mensual de locación por el fastuoso inmueble, dotado de piscina, cancha de tenis y una cantidad de metros cubiertos absolutamente innecesaria para la función de administrar justicia bien y legalmente, tal es la fórmula de juramento con la que se interroga a los jueces federales cuando asumen su cargo.

El parangón surge inexorable: a la falta de tino en la elección del inmueble en una zona visitada por miles de turistas al año y las características peculiares de una de las mansiones más elegantes de la ciudad de Salta, a miles de argentinos se les exige sacrificio, esfuerzo y resignación ante el derrumbe del poder adquisitivo y la caída de salarios. Quien escribe estas líneas, cuando fue consejero de la Magistratura de la Nación, prácticamente había conseguido la totalidad del edificio de España y Deán Funes, donde actualmente funcionan los tribunales federales, con la inexplicable oposición de la Cámara Federal de Salta de aquel entonces. Más allá de que lo lógico sería que se construya un nuevo y moderno edificio, con la seguridad indispensable y la funcionalidad que las tareas requieren, en una zona donde los turistas no deban ver que mientras ellos pasean y le toman fotos al héroe gaucho, al frente, bajan de camiones celulares detenidos esposados para ser juzgados en una casa, cuyo uso podría ser aprovechado en múltiples proyectos, menos para el fin que se la eligió. Ciertamente, hasta Federico Fellini se hubiera asombrado de este desatino y de lo alejada que aparece, cada tanto, la realidad de la justicia federal con la del común de los argentinos.

Por Abel Cornejo para Voces Críticas

 

 

 

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