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El lenguaje del odio

Cuando se tiene en las espaldas históricas tanto sufrimiento por causa del odio que nos atravesó en el pasado, alarma volver a escuchar entre nosotros un discurso público tan embrutecido y tan degradado cívicamente como el que enarbolan tanto políticos como personajes anónimos y públicos.

El lenguaje del odio
Por Redacción Voces Críticas
sábado 06 de octubre de 2018

Ellos las insultan por las redes. Usan expresiones machistas, soeces y denigrantes. Ellas les responden masivamente en bulliciosas manifestaciones callejeras. El fenómeno comenzó con el presidente Donald Trump desde el mismo día de su asunción.

Las mujeres de su país salieron a las calles para protestar contra sus desbocadas y agresivas expresiones sobre las mujeres para que no quedasen dudas de quiénes serían sus verdaderas adversarias. Un fenómeno que saltó sobre los muros y ha tenido su emulación más ruidosa muy cerca nuestro, donde las mujeres a lo largo y ancho de Brasil salieron a la calle para reclamar contra el candidato Jair Bolsonaro que llegó a decir que las mujeres no deben ganar igual que los hombres porque se embarazan y en un debate parlamentario denigró a su adversaria política diciéndole que eran tan fea que no merecía ser violada.

Sin duda, existe más de una razón para explicar de manera racional la misoginia que recorre como plaga el continente y las multitudinarias manifestaciones del “Me too”, “Ele nao” o nuestra “Ni una menos”. Es probable también que tanto Trump en Estados Unidos como Bolsonaro, en Brasil, por especulación electoral se hayan montado sobre los sentimientos reprimidos que anidan en las sociedades con miedo o atravesadas, todavía, por una cultura atávica que en occidente mandó a silenciar a las mujeres e hizo de la política una cuestión de varones.

Pero ¿qué odios impulsan esos desprecios, las agresiones y la denigración de la mujer en un momento en el que somos visibles, se reconocen nuestros derechos, las leyes nos legitiman, se feminizan los claustros como la política, las empresas como los tribunales? Nunca antes en la historia tuvimos tanta libertad de acción y movimientos y sin embargo nunca antes se registra aquí y acullá, tanta violencia contra las mujeres.

Nunca antes las universidades estuvieron tan llenas de mujeres, sin embargo, las muchachas pueden ser violadas en los campus universitarios o en los baldíos junto a las universidades. ¿Será que odiar da seguridad?

Se pregunta la alemana Carolin Emcke, en un pequeño gran libro “Contra el Odio”, para desmenuzar y por eso entender ese sentimiento que se desparrama peligrosamente por el planeta y en cada país se expresa de diferente manera. Si no sintieran tanta seguridad no odiarían, se responde. No hablarían de esa manera. No harían tanto daño, no matarían de esa manera. Si no odiaran no podrían humillar, despreciar, atacar a otros. Si se duda del odio no es posible odiar.

Y para odiar es necesario que se limen los bordes de la individualización. Se odia a las mujeres, a los negros, a la policía, a los judíos, a los políticos, a los periodistas. “El odio se fabrica su propio objeto y lo hace a medida”. Son colectivos indiferenciados sobre los que se descarga el odio y por eso se difama, agrede y desprecia. Se odia tanto al poderoso como se desprecia al marginal. Siempre es a otro indiferenciado.

A esta altura, parecerá excesivo nombrar como odio los insultos y las agresiones callejeras, las ofensas y obscenidades que circulan por la red en las que se insulta anónimamente. Con razón se dirá que el rechazo o la desconfianza a lo que nos es ajeno o extraño siempre existió, pero cuando se tiene en las espaldas históricas tanto sufrimiento por causa del odio que nos atravesó en el pasado, alarma volver a escuchar entre nosotros un discurso público tan embrutecido y tan degradado cívicamente, sin que a nadie le abochorne exhibir el resentimiento. O que la cortesía, el respeto al otro se vea como ingenuo.

Un significativo retroceso en nuestra convivencia o un preocupante desprecio al sistema democrático que es precisamente el que se construye sobre el respeto.

Una sociedad sin respeto conduce a la sociedad del escándalo, observa el filósofo coreano Byung Chul Han al analizar la sociedad como un enjambre digital porque “el respeto constituye la pieza fundamental para lo público. Donde no hay respeto decae lo público”.

Por eso, cuando se reconoce en el otro a una persona, a un igual, el odio se disuelve. Personalmente, en mis años legislativos, hice una experiencia que me resultó aleccionadora. Me ocupé de responder cada una de las cartas que me llegaban, de preferencia las que me denostaban. Siempre recibí de vuelta un pedido de disculpas. De modo que no hay demasiados secretos en torno al combate al odio: condenar las conductas, las agresiones. Los insultos. Nunca a las personas para no dañarlas ni humillarlas.

Los insultos por las redes sociales son un fenómeno virtual, típico de la comunicación digital que por fugaces no configuran el espacio público de la política. Impiden el diálogo y los discursos y se preocupan solo en sí mismos.

 

Las mujeres, en cambio, al salir a las calles, arman el “nosotras” de la acción política. Ellas tienen el alma que le falta a las expresiones digitales y en nuestro país expresan una vitalidad que sorprende fuera de las fronteras de Argentina. Ellas deben saber que quienes las antecedieron, las verdaderas pioneras en nuestro país, no nacieron a la vida pública de ninguna costilla poderosa, a no ser las poderosas ideas de Sarmiento al crear las Escuelas Normales, donde se formaron en el siglo XIX las primeras médicas argentinas, todas ellas activistas políticas y feministas. Desde entonces, mucho se avanzó. Sin embargo, las mujeres destacadas que hoy proyectan sus palabras en el espacio público de las opiniones deben lidiar, como aquellas, con las agresiones, las obscenidades de varones y mujeres heridos en su interioridad y que destilan contra ellas sus resentimientos. Sin embargo, también es una gran oportunidad de aprendizaje para no hipotecar sus vidas, sus logros y sus dichas en las miserias ajenas, las de quienes odian porque se odian a sí mismos.

Norma Morandini para Clarín

Norma Morandini es periodista y ex senadora nacional

 

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