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Alerta Brasil

"Si la “doctrina Bolsonaro” se expande en nuestro país y en otros, el retroceso de la democracia y de las libertades fundamentales será indetenible en todo sentido"

Alerta Brasil
Por Redacción Voces Críticas
martes 09 de octubre de 2018

 

El domingo pasado, en la primera vuelta electoral de las elecciones brasileras, ganó el candidato Jair Bolsonaro, quien pese a lo contundente de su victoria no pudo alcanzar el porcentaje para evitar el balotaje. Rápidamente, en todo el subcontinente sudamericano se encendieron luces de alerta, dado que si se suman las declaraciones más las propuestas del ganador, la democracia liberal en ese país y la influencia que puede tener en la región puede quedar hecha trizas, habida cuenta que no solamente propende a la denominada mano dura, sino en los hechos a la abolición de la política como forma excelsa de la libertad. Hay un error intencional desde hace tiempo que es confundir a la palabra política, con malas prácticas, corrupción o malas gestiones.

La política no tiene la culpa, sino los hombres y mujeres que desvían sus objetivos, propósitos e intenciones hacia fines espurios. Entonces es otra cosa. La antipolítica es una forma brutal de anular el pensamiento libre, la libertad de prensa, las elecciones limpias y sobre todo los derechos esenciales de los ciudadanos. José Mujica en Uruguay, fiel representante de la honestidad puesta al servicio de la política, es un claro ejemplo de que se puede gobernar sin corrupción y hacer una buena gestión. Brasil es el país con mayor número de habitantes en Latinoamérica y a la vez una de las diez principales economías del mundo. Es decir que su potencial e influencia no son un dato menor. Todo lo que sucede en Brasil repercute, inexorablemente, en la Argentina y en la región. Una cuestión significativa es que alrededor del 20 % del electorado brasilero el domingo pasado no fue a votar. Es el porcentual más bajo desde que se reinstauró la democracia en ese país en 1985. De modo que para la segunda vuelta los candidatos deberán esmerarse en convencer que miles de ciudadanos acudan a las urnas. Esa abstención también constituye un serio llamado de atención con el hartazgo de la gente sobre las malas prácticas políticas y su consiguiente descreimiento en la dirigencia. Es lo que magníficamente José Saramago describió en su libro Ensayo sobre la lucidez.

Como meridiana claridad, Jorge Fontevecchia, en un reportaje que le hizo recientemente por televisión Carlos Pagni en el programa Odisea Argentina, explicó que la agenda política en la Argentina la marcan los medios gráficos, es decir los diarios. En Brasil, en cambio, la agenda la impone la televisión, concretamente la cadena O’Globo, al igual que sucede en México con Televisa. No es un dato menor porque entonces se infiere que es más poderosa la imagen que la palabra. Bolsonaro, entre otras cosas, ha reivindicado las torturas y actuaciones aberrantes de la dictadura militar brasilera, lo cual define claramente su perfil ideológico. Ciertamente que, en caso de triunfar definitivamente, se encontrará con que la justicia, con magistrados probos y valientes, enjuició a buena parte de los políticos corruptos de su país, a diferencia de la Argentina donde jueces absolutamente cuestionados, aprovechan la coyuntura para mirar con un solo ojo y se aprovechan de que el gobierno anterior ya no tiene poder para adelantar juicios vetustos, que se habían iniciado hace años y por arte de magia ahora pretenden pasar por eficientes y honestos.

Sin embargo, si la “doctrina Bolsonaro” se expande en nuestro país y en otros, el retroceso de la democracia y de las libertades fundamentales será indetenible en todo sentido. Nuestro país todavía no cerró las heridas de su pasado reciente y no necesita de ningún mandamás, sino de solidaridad, eficiencia, reconstitución de los partidos políticos, saneamiento urgente de la justicia, equidad social y apuntar hacia un proyecto nacional en paz y libertad. No hay lugar para Bolsonaros de ninguna índole, sino para ciudadanos que crean que la política, la discusión, el diálogo y la ética son los que harán grande a nuestro querido país. Estemos alerta y no caigamos en la trampa.

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