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REALIDAD QUE SE ASEMEJA A LA FICCIÓN

Las monedas de oro de los judíos

Una historia que emociona, un relato verdadero que parece salido de "Las mil y una noches" plasma con delicia en la prosa directa y encantadora de la autora

Las siete puertas
jueves 13 de agosto de 2020

ARGENTINA (Por Gladys A. Coviello) Plácido nos devuelve el afecto que sentimos por él. Sabe que extraño mucho y trata de hacer más agradable mi permanencia en Barcelona, por eso me invitó a conocer los hallazgos arqueológicos en Montjuïc. Partimos hacia el mediodía y llegamos a la montaña donde vivían los judíos. Era el gueto asignado por los inquisidores y que ellos habían convertido en un poblado insólito. Pude conocer algunas viviendas similares en el barrio judío de Gerona: ¡Cuánta belleza excavada en la piedra! El poder del hombre ante la adversidad es infinito. Visité un templo con las paredes de piedra, las puertas de hierros forjados y plantas magníficas creciendo en recipientes de cerámica: un espectáculo  para el asombro. Magnífico. Bellísimo.

Dicen que las casas del Montjuïc se  parecían a esos barrios judíos geronenses  pero ahora, la ardua y lenta tarea de tallar cada centímetro de piedra para las viviendas, ha sido reemplazada por puestos de lona  con  recuerdos, bebidas o golosinas para vender a turistas.

Las obras que se hacen en esta montaña están destinadas para los estadios de fútbol en las próximas olimpiadas y los hallazgos arqueológicos continúan. Cuando llegamos, la zona ya estaba resguardada por paredes plásticas de verde intenso. No podían apreciarse aquéllos que fueron los grandes depósitos y silos de los íberos excavados entre los siglos IV y II a.C. para almacenar granos antes de embarcarlos hacia otras tierras. Muy cerca de allí encontraron la cantera de donde los romanos extraían piedras  para construir la ciudad.

Plácido es un argentino–catalán. Llegó a la Argentina con pocos años. Fue mecánico en la Base Aérea del Palomar y debió tener facilidad para las inversiones porque dejó una casa, dos locales y un departamento alquilado en San Miguel de la provincia de Buenos Aires. La suerte siempre lo acompañó o él sabía atraerla. Cuando recibió la noticia de que un pariente catalán le dejaba su herencia, ni corto ni perezoso, viajó a Barcelona. Apenas terminados los trámites de rigor, remozó la propiedad heredada y puso en funcionamiento el “Hostal La Hípica” en la zona del Correo a la entrada del barrio gótico. Es solidario con nuestra colectividad y, siempre que puede, proporciona ayuda a los argentinos que buscan trabajo.

No pudimos observar las ruinas, pero el paseo continuó. Bajamos de la montaña en dirección hacia la zona del puerto. Llegamos al restaurante “7 portes” famoso porque las siete puertas del salón comedor dan a una gran galería inspirada en edificios de París cuyas arcadas están sostenidas por columnas que miran hacia la calle. “Las 7 puertas”  se convirtió en lugar de reunión de intelectuales, científicos y artistas.

El edificio majestuoso fue construido, como muchos otros que embellecen Barcelona, por la burguesía catalana que hizo inmensas fortunas en el mercado de esclavos negros, en ingenios azucareros y tabacales cubanos.

 Allí, en “Las 7 puertas”, Plácido me contó una historia que parecía inventada por Sherezade, pero no era un cuento de Las mil y una noches, sino que mi amigo había conocido a los protagonistas.

La historia cuenta sobre una pareja de servidores humildes dedicada a cuidar un anciano judío. Esta persona vivía en una casa que sus antepasados habían cavado en la roca del lugar asignado en la montaña en la época de la persecución. El judío ignoraba que en un hueco de la primitiva pared rocosa, algún antepasado había guardado monedas de oro y cubrió al muro con ladrillos. Al fallecer, el anciano dejó como herencia a sus empleados fieles, la casa sencilla y húmeda. El heredero, en su afán por hacer desparecer el problema de humedad de la pared, sacó varias capas de revestimiento y encontró las monedas de oro en su escondite. El objetivo de Plácido y Alicia, su mujer, que era hacerme olvidar un poco mi añoranza, se había cumplido.

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