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EL MILAGRO EN SALTA

Novena del Señor y de la Virgen del Milagro: una joya de la literatura religiosa de Salta

Pocos conocen que el texto de la novena es un soplo de fe, una joya de la literatura eclesial de Salta

El Milagro en Salta
jueves 10 de septiembre de 2020

SALTA (por María Carolina Mena Saravia) En los albores de un Milagro como nunca antes se vivió, la fe en los santos patronos, la novena del Señor y de la Virgen del Milagro de Salta sigue intacta. Es en los momentos de debilidad donde la fe asienta sus raíces profundizando sentimientos, cimentando convicciones y por qué no conversiones.

El Milagro es una fiesta donde el sentir popular une los corazones de los salteños. El reloj norteño aplaza la cadencia de sus horas, sumiéndonos en una suerte de aurora espiritual donde el aroma de la explosión de azahares mece el susurro profundo de la oración del novenario en honor al Señor y la Virgen del Milagro.

Es poco conocido que este pequeño libro, la “Novena del Señor y de la Virgen del Milagro es producto de la devoción del presbítero Francisco Javier Fernández Pedrozo Aguirre y constituye una joya “de la literatura religiosa de Salta y de piedad, sana, ortodoxa y emocionante que informaba el espíritu cristiano e ilustrado de aquella época”, afirma monseñor Miguel Ángel Vergara, autor del “Devoto ejercicio para la entronización de las imágenes del Señor y de la Virgen del Milagro” en junio de 1954.

Francisco Javier Fernández Pedroso Aguirre nació en el año 1735. Era hijo de don Francisco Fernández Pedrozo Albernas, maestre de campo y encomendero de Cafayate, nacido por 1714, y de doña Francisca de Aguirre y Pedrozo Serra, nacida en 1717. El padre Francisco Javier tuvo, además, cinco hermanos: María Josefa, Juan Antonio, Dionisio Francisco, Francisca Agustina y Manuela Fernández Pedrozo Aguirre.

El texto de la novena vio la luz en 1760, cuando el autor contaba con tan solo 25 años. En el “Compendio de la Historia del Milagro de Salta”, de monseñor Vergara, se refiere al momento de inspiración del libro de oraciones como un profundo deseo de la Providencia, explicando que quizá fue ella misma quien dispuso “retardar hasta 1760 la confección de este documento de cultura y alta civilización”.

La aprobación fue concedida por el obispo de Córdoba del Tucumán, monseñor Pedro Miguel de Argandoña Pastene Salazar, nacido en Córdoba, España, durante la visita que efectuara a la ciudad de Salta, concediendo licencia para su impresión el 5 de diciembre de 1760, previo dictamen del sacerdote jesuita Ignacio Javier de Leiva, que ejerció el rol de censor.

El devocionario es completo, contiene una introducción que relata el derrotero de la iglesia matriz de Salta, desde su fundación en 1582 y la designación del solar donde debía construirse hasta la construcción de “la nueva Iglesia Catedral” en 1858, “bajo la dirección de una comisión presidida por el Dr. Isidoro Fernández".

A continuación, una Introducción que revela el “Motivo del culto especial que se tributa en Salta a las imágenes del Señor y de la Virgen del Milagro”. En ella se describen los días amargos que precedieron al milagro que derivó en el paseo del Señor por las calles de Salta y la causa de los terremotos que repercutían en Salta, pero que tenían epicentro en la próspera ciudad de Nuestra Señora de Talavera de Madrid de Esteco, que sucumbió producto de los seísmos.

Le siguen las oraciones correspondientes a cada día, con los atributos de María, culminando con las Doce Estrellas del Cielo de María, el himno a la Virgen, y las estrofas del Himno al Señor del Milagro, de la salteña Emma Solá de Solá.

Finaliza con la reseña de monseñor Miguel Ángel Vergara que contiene los recuerdos de lo acontecido en los días previos a los acontecimientos de septiembre de 1692 y culmina con la Renovación del pacto de fidelidad al Señor del Milagro.

En este año particular, signado por la pandemia, vivamos un Milagro en oración, en armonía, buscando como ovejas perdidas a nuestro Pastor: “Dulcísimo Señor del Milagro, perdonad mis pecados, y librad, por vuestra misericordia, a la ciudad de Salta e todo castigo. Concedednos esta gracia por intercesión de nuestra Protectora, vuestra dulcísima Madre, la Inmaculada Virgen del Milagro. Amén”.

 

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