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7 DE JUNIO – DÍA DEL PERIODISTA

Pandemia y el Periodismo de la Verdad

Las plumas estuvieron siempre presentes...

Pandemia y el Periodismo de la Verdad

Si el periodismo anticipó la movida de Mayo de 1810, estuvo antes de que un presidente asumiera y detrás de su derrocamiento. Si fue una sombra de la historia argentina, en este momento de cambio, el periodismo será el constructor de los nuevos paradigmas.

La Patria daba sus primeros vagidos cuando Manuel Belgrano le arrancaba al virrey Vértiz la autorización para publicar  “El Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico del Río de la Plata” que dirigía el extremeño Francisco Cabello y Mesa en abril de 1801. Recién más tarde, en junio de 1810, Mariano Moreno irrumpirá en la escena con la “Gazeta de Buenos Aires”.

De allí en más, el periodismo anticipó todos los procesos históricos… hasta ahora.

Las plumas estuvieron siempre presentes, ya desde los diarios, ya desde los libros, siempre abriendo surcos en las mentes. Proponiendo lo que serían los principios rectores de un país incipiente o amonestando a los dictadores. Pagando con exilio o con muerte el atrevimiento de iluminar el camino de los pueblos.

El tiempo de las presidencias históricas fue fundido en los diarios; “Los Debates” de Bartolomé Mitre y “El Nacional” de Dalmacio Vélez Sarsfield, mientras Sarmiento despuntaba ideas desde “El Mercurio” en Chile. Esteban Echeverría y otros lumen desde la “Asociación de Mayo” conformaban aquella “Generación del 37” que bajo la solapada reunión literaria “pensaban cosas saludables para la Patria”.

La “Generación del ‘80” fundaba las bases del país moderno y también los diarios que harían historia: “La Nación”, “La Prensa”, “La Capital”, mientras amanecían otras plumas: José Hernández, Miguel Cané , Lucio V. Mansilla,  Eduardo Wilde , Lucio V. López (1848-1894), Eugenio Cambaceres , Martín García Mérou , José S. Alvarez con el seudónimo de Fray Mocho y Paul Groussac . Participa también Joaquín V. González y los católicos José Manuel Estrada  y Pedro Goyena .

Durante el siglo XX, el periodismo tuvo una gran participación política sobre todo a través de las publicaciones satíricas como “El Mosquito” o la emblemática “Caras y Caretas”. Hipólito Yrigoyen fue el blanco preferido de estas últimas.

Esa misma prensa saludó la llegada de Don Hipólito contribuyó a derrocarlo. Se alió con los facciosos y a su tiempo los denostó. Y este juego perverso duró hasta 1947 cuando se entronizó el peronismo y bajo su gobierno armó los primeros grupos mediáticos hegemonizando la información y la opinión publicada.

El peronismo perfeccionó la censura que había inaugurado José Félix Uriburu, llegando a confiscar y volar diarios como el caso de “La Voz del Interior” de Córdoba. Paradójicamente, ese mismo periodismo le socavó las bases y preparó su caída en setiembre de 1955.

El tiempo de los formadores de opinión

Luego del peronismo el periodismo comenzó a desvanecerse. Aparecieron los “formadores de opinión” con Bernardo Neustad y Mariano Grondona como adalides de esa nueva forma de bastardear a la profesión. Ellos marcaban la agenda política y social sin ningún prurito ni límite ético. Podían adular a un dictador y luego tirarlo a la basura como poner a Carlos Menem a la altura de Wiston Churchill sin despeinarse.

La pauta publicitaria ingresó en las redacciones y las plumas se ordenaron según la cuenta bancaria del propietario del medio lo decía.

Y así hasta nuestros días.

Los tiempos han cambiado pero el espíritu del periodismo continúa vigente, al rescoldo, respondiendo a esa sentencia de Mitre que decía: “Los diarios son pues, una necesidad imperiosa de la nueva existencia que se desarrolla. Sin ellos sería imposible esa comunión de ideas, creencias, sentimientos y necesidades, que hace que un pueblo entero tenga conciencia de sí mismo, de sus derechos y deberes. Sin ellos, ¿cómo saber lo que este gran cuerpo social que se llama República Argentina quiere y piensa? Ellos son esos genios misteriosos que reproducen en mil ecos sonoros y penetrantes la más débil voz". (El Nacional nº 12, 14/5/1852).

Y continúa vigente.-

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