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Jorge Castañeda: “La lengua nunca me la comieron los ratones”

El escritor Jorge Castañeda responde a Rolando Revagliatti ingeniosas preguntas en una nueva entrega del "Cuestionario en cuestión"

Jorge Castañeda: “La lengua nunca me la comieron los ratones”
jueves 28 de abril de 2022

Rolando Revagliatti nos entrega un nuevo "Cuestionario en cuestión", esta vez una jugosa entrevista al escritor Jorge Castañeda.

¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?

 

JC: Con la lluvia me llevo bien (como casi todos los poetas): César Vallejo, Horacio Ferrer, Jorge Luis Borges… En cambio, las tormentas algo me asustan por los desastres que suelen ocasionar: voladuras de techos, caídas de árboles, truenos y rayos. Pero advertir a la naturaleza en toda su fuerza atrae, subyuga.

 

 

¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?

 

JC: En uno de mis cuadernos los anoto y tengo cientos. Además, los utilizo en mis textos, pero con cierta mesura: “No vaya a ser que por gorda no camine y por flaca se nos caiga”.

 

 

¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?

 

JC: El “Ulises” de James Joyce, el “Don Quijote de la Mancha”, “Bomarzo” de Manuel Mujica Láinez, “El Aleph” de Borges, las novelas del español Ramón J. Sender por el manejo del color, algunos libros de la “Biblia” como el “Cantar de los cantares” o el “Libro de Job”; y la lista sería restringida.

 

 

¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.

 

JC: El estilo es una forma de acostumbramiento de nuestra escritura a determinados impulsos iterativos. El estilo lo logramos, a veces, después de años de ejercer el oficio, con suerte.

 

 

El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?

 

JC: La oscuridad es la contraparte de la luz y desechando los miedos atávicos tiene su encanto. Con respecto al silencio, no siempre es absoluto, a veces hasta el silencio habla; la palabra desolación —aparte de ser el título de uno de los libros de Gabriela Mistral— es una mala compañía. Las sorpresas mucho no me gustan, como la gravitación de los gestos o el fervor, que siempre tiene que ser mesurado.

 

 

¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?

 

JC: Son trasuntos afectivos porque la vida es diversa y pocas cosas se eligen. Y cada persona tiene más caras que las de Proteo. Para algunos significan mucho y para otros nada. Pregunto: ¿Será cierto que los opuestos se atraen?

 

 

¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.

 

JC: La ciudad fue mi entorno; el bosque solamente lo conocí por los cuentos infantiles; la visión despertó mi atracción por las artes; la lengua nunca me la comieron los ratones; sacrificios hicieron mis padres; de las ceremonias he estado lejos siempre que he podido; las miniaturas y los alfeñiques me dejan cierta indiferencia; para la danza y los saraos soy muy torpe; me agrada el pensamiento y su construcción en personas inteligentes; trato de ser auténtico pero no siempre lo logro; sufrimiento fue el del Señor y el de los grandes artistas y filósofos (Pascal, Miguel de Cervantes, Arthur Schopenhauer, Soren Kierkegaard, Franz Kafka, Ernesto Sabato). Del azar solamente me gustan los juegos y me disgustan los desajustes. La muerte es una compañera que espera paciente nuestras ganas de partir.

 

 

¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?

 

JC: Cada uno es hijo de sus pasiones. Yo trato de ser el auriga de las mías. Dicen que cada uno tiene la edad de sus pasiones.

 

 

¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?

 

JC: Puede ser que así sea. Con el amor no se pueden tener pautas fijas. El amor es irreverente y se presenta de mil maneras. Es un impertinente y no me estoy refiriendo al monóculo.

 

Jorge Castañeda nació el 23 de agosto de 1951 en la ciudad de Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, la Argentina, y reside en la ciudad de Valcheta, provincia de Río Negro. Desde 1973 ha publicado los poemarios “La ciudad y otros poemas”, “Poemas breves”, “Treinta poemas para leer en invierno”, “Poemas sureños”, “Sentir patagónico”, “Los atabales del tiempo”, “Suma patagónica”, “Raíces de Piquillín”, “El lirio de los valles” y “Mester de cantoría”, así como la novela corta “Pilquiniyeu es un chancho que vuela”, los volúmenes en prosa “Valcheta, un pueblo con historia” y “Crónicas & crónicas” y el de dramaturgia “Arturo y los soldados” (algunos, en ediciones digitales). Fue incluido en diversas antologías: “Rostros y voces”, “Mosaico poético argentino”, “Antología poética nacional”, “Poesía y vida”, “Cleopatra”, “Cantar del sur”, etc. Su obra literaria ha sido declarada de Interés Cultural por la Honorable Legislatura de la Provincia de Río Negro. También fue designado Ciudadano Ilustre de Río Negro. Ejerció el periodismo. En proceso de edición se encuentra su libro de misceláneas “Apuntes y papeletas”.

 

 

 

Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?

 

JC: La partida ya cerca del final. Siempre se espera el Jaque Mate. Lo importante es hacerlo con cierta dignidad y entrar en la muerte con los ojos abiertos, como dijo el emperador Adriano, según Marguerite Yourcenar, porque con ella no hay gambitos ni enroques que valgan.

 

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