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POR FRANCO ALVARADO

Pégame que me gusta: Abel Cornejo patina en la cancha y Pablo Outes piensa que es Luis XIV

Pablo Outes no da la cara en los medios, pero cuando lo hace, la "pifea"

Abel Cornejo, Pablo Outes
sábado 30 de abril de 2022

SALTA (Por Franco Alvarado) La presencia del Dr. Abel Cornejo en el ministerio de Seguridad, durante su corta permanencia, hasta el momento tiene más el aspecto de una pista de entrenamiento de patinaje donde se producen más caídas que figuras exitosas.

El último derrape del por unas horas ex ministro y ahora ministro nuevamente, ha sido el presentarse ante la Cámara de Diputados sin chaleco antibalas cuando bien sabía que entre los legisladores lo esperaba un francotirador, el rosarino, Gustavo Orozco.

Esta comparecencia de Cornejo en esas condiciones es todavía algo que no se comprende ya que siendo el espacio del poder en Salta un círculo tan pequeño es imposible que desconociera que sería apuntado por Orozco quien desde tiempo antes ya venía midiéndolo a través de los medios y con munición gruesa. Fue casi un acto masoquista de Cornejo de exponerse así, una cosa al estilo: “Pegame que me gusta”.

Indubitablemente, que el Recinto se presentaba para Orozco como el lugar ideal para coscorronear a Cornejo, una metáfora obviamente ya que el ministro carece del cabello necesario para asirlo, y efectivamente así sucedió.

El espectáculo estaba servido para un Orozco que tiene más munición en su boca que en la pistola de servicio que porta y no dudó en descerrajarle todo el cargador al ministro Cornejo quien haciendo gala de una templanza forzada le respondió con altura y hasta lo mandó a presentarse ante la Justicia a Orozco de quien argumentó tendría unas 37 causas por las cuales responder.

Por más que deseen maquillar la cosa, el ministro Cornejo quedó bastante herido por la metralla de Orozco, tanto que prácticamente unas horas después presentaba su renuncia de un modo que constituye un hecho sin precedentes ya que lo hizo en público y sin haber dialogado la situación con el gobernador, Gustavo Sáenz.

Hasta allí el primer capítulo de una puesta en escena grotesca por donde se la mire.

Decimos así porque más herido que Cornejo quedó el propio presidente de la Cámara de Diputados, Esteban “Tuty” Amat, quien pagó el pato de la boda sólo por comportarse cual caballero y democrático ciudadano, permitiendo que ese Recinto sea un punto de debate lo cual es su condición natural, ser la caja de resonancia de una asamblea de Representantes del Pueblo.

Esta situación que pareció ser tan anormal en realidad no lo es en absoluto, ya que Amat no hizo sino cumplir con su rol a diferencia de otros tiempos cuando presidía esa Cámara, Santiago Manuel Godoy, quien manipulaba hasta el reparto de vasos de agua con anterioridad. Godoy “cocinaba” todo en su oficina y así las sesiones eran sólo un montaje, de allí que parecieran reuniones tan “prolijas”.

Pero Amat, hombre de diálogo y apertura mental, puso el Recinto a disposición de la democracia y siendo que pareciera que el Dr. Cornejo no comprende muy bien ese concepto tanto como alguno del Ejecutivo, terminó siendo la víctima propiciatoria de una tormenta que ya se veía venir. ¿Pudo Amat prever lo que sucedería? Sin duda que sí, pero su honor de presidente le exigía ser garante del acto democrático.

Cuando decimos “alguno del Ejecutivo”, sin duda que nos referimos al Coordinador (un título más más largo que sus ideas), Pablo Outes, quien a diferencia de Esteban Amat, demostró que para él la democracia no es más que una oportunidad para manipular el poder. De esa manera, Outes, atribuyéndose una actitud autoritaria, y más bien, totalitaria, no salió a los medios para amonestar la improvisación política de Cornejo ni el grueso calibre de Orozco, sino ¡A golpear el presidente de la Cámara, Amat!

Lo que Pablo Outes representa el caso más significativo de un hombre que no sabe cómo habrá obtenido su título de contador público nacional, carrera donde se enseña también principios del Derecho entre los cuales está el básico y fundante de un sistema democrático como es la división e independencia de los Poderes del Estado.

Outes, a semejanza de aquel Luis XIV que proclamaba “El Estado soy yo”, amonestó al presidente de los diputados, Amat, por dejar que un diputado hable, primera secuencia autoritaria. Pero mucho más grave todavía fue decir que se llamaría al presidente Amat para decirle “que esto no puede pasar más”, palabras más o menos.

Entonces, ¿qué es lo que no tiene que pasar más en la Cámara de diputados para Outes? ¿El debate público? ¿la libertad de expresión de los diputados? Al censurar Outes a los diputados incurre en un desprecio hacia la voluntad popular y se descubre como alguien a quien el sistema republicano y las Instituciones que consagra la Constitución Nacional no existen. Ni los militares se atrevieron a tanto ya que a pesar de haber eliminado las Cámaras tuvieron siquiera el gesto de formar la CAL (Comisión de Asesoramiento Legislativo) que les proponía las leyes a promulgar a ese “Ejecutivo” de facto. Outes quiere hacer lo mismo, parece que redactarlas, digitar las votaciones y tratar a los diputados como peleles levantamanos a su exclusivo servicio. Debe saber Outes que existe un libro –clásico- “El Espíritu de las Leyes” de Monstequieu, pensador de la Ilustración que enseña esto de la separación e independencia de los poderes, el cual recomendamos que lea.

Por estas horas, el Dr. Abel Cornejo, hombre de convicciones medio flácidas ya que bastó media hora de diálogo con el gobernador Sáenz para retirar la renuncia que jamás redactó, es nuevamente el ministro de Seguridad de la provincia. Gustavo Orozco, continúa disparando contra el ministro Cornejo desde sus redes con una actitud ya obsesiva. Esteban Amat, salió fortalecido de la bravuconada de Pablo Outes porque la opinión de especialistas, de medios y del público en general repudió la invasión y el abuso de poder de un funcionario que tiene de facto un “poder” ficticio ya que ocupa un sitio tal sólo por su relación con el gobernador Sáenz, pero tiene menos entidad para tallar en estos asuntos que un ministro, por ejemplo.

Al fin de cuentas, este episodio, con toda su turbulencia, tiene un resultado positivo, el de haber puesto a cada uno en el lugar que le corresponde.

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