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EL MILAGRO EN SALTA

Los peregrinos o las últimas huestes de la Fe

Traen sus tradiciones, sus plumajes, sus bailes, sus canciones

Los peregrinos o las últimas huestes de la Fe
viernes 15 de septiembre de 2023

SALTA (Por Ernesto Bisceglia para Voces Críticas)Los peregrinos brotan como manantiales desde lo profundo de la tierra, se derraman desde los diversos rincones de la geografía salteña componiendo un cuadro diverso de culturas que conviven en un sincretismo variopinto en medio del cual alternan devociones particulares, genuinos descendientes de ancestros originarios que mezclan su Wiphala con la Bandera Argentina, unos tocados a la usanza criolla con otros enfundados en moderna indumentaria.

No existe convocatoria humana alguna que logre mezclar al colla, la chola, la guagua y el perro junto con los jóvenes de jean y buzos que exhiben el foráneo "UCLA", total ¿Qué importa? En medio de esa morenada con atuendo altiplánico, bombín o chambergo, marchan mestizos y también descendientes de hijosdalgo que alguna vez conquistaron y sometieron a los antepasados de esos que comparten generosamente su coca, la yista y un pedazo de bollo horneado que portan en sus atados de tela. Por un momento en la historia no existe la historia, no hay conquistados ni conquistadores, originarios ni citadinos: los iguala la marcha y el destino de la misma.

Tampoco importa el camino que se tome saliendo hacia las afueras de la capital de Salta, por el rumbo que sea de la Rosa de los Vientos el viandante se los encontrará y quizás el desprevenido les preguntará como el Pedro al Cristo cuando Èste marchaba hacia Roma: "¿Quo vadis?"; y dirán que marchan hacia Salta, que marchan animados por un espíritu incompresible para el que no está revestido de esa Fe. Marchan por ellos, pero también marchan por sus padres, por sus hijos... algunos lo dicen con orgullo ¡Marchan por la Patria!

Entonces esa marcha de los peregrinos se convierte en ríos genéticos, porque antes que ellos marcharon sus ancestros, constituyendo la savia vital de un Pueblo que halla en esos marginados, en esos que durante un año para el mundo moderno de la Capital no existen, no los recuerdan, pero ellos laten allí en los Valles, en el de Lerma, en el Calchaquí. Marchan desde la Puna, desde los confines con el altiplano oriental. Vienen desde la agreste geografía del antiguo Chaco Gualamba, donde los primeros misioneros dejaran la vida en la evangelización.

Traen sus tradiciones, sus plumajes, sus bailes, sus canciones. En los tiempos del descanso desgranan sus historias, sus costumbres y el hombre moderno comprende que el universo es mucho más amplio, más rico y más vivencial que la fría información diaria de su móvil.

Desafían a la geografía, la recorren como acariciándola porque es la obra del Padre, y hacen lo mismo con las inclemencias de los elementos. El Sol no parece quemarlos sino convertirse en la luz que les regala esa energía que pasado un punto ya no es humana. Porque no se comprende cómo el niño y el anciano, el que tiene algún problema físico, marcha al mismo ritmo sonante de todo el grupo.

Cada grupo que marcha y que llega a la Capital es un ejemplo de comunidad cristiana, son pequeñas comunidades paulinas donde todos son iguales, todos comparten y hacen según los carismas que el Señor les ha otorgado. Son comunidades migrantes donde el vicario de la Diòcesis es ahora el hermano Dante, donde el empresario no tiene entidad ni el político -el que llegara a compartir esa experiencia- tampoco tiene privilegios. Son diversos, pero son UNO en el Espíritu, cumpliendo el sacrosanto mandato de Jesús: "Que todos sean Uno".

Llegan al templo recorriendo las calles de una Capital que les resulta extraña. Ingresan como los Cruzados que han reconquistado la Jerusalén mítica luego de tantos afanes. Y abren sus ojos ante la admiración que la modernidad les provoca, señalan como niños sobrecogidos por la sorpresa ese vehículo que jamás vieron, pero siguen, destrozados los pies, agotado el cuerpo hasta postrarse ante los pies de las Sagradas Imágenes en los mismos lugares donde alguna vez lo hicieron sus padres, sus abuelos, los "bizcabuelos".

Y ante la visión de las Sagradas Imágenes se derraman en lágrimas de emoción, porque la vivencia es simple, espontánea, maravillosamente Libre de teologías y predicamentos. Como nunca, ese instante es el Encuentro entre el hombre y su Creador, en la magnífica epifanía que reseña una sola frase: "Señor Tú eres nuestro, nosotros somos tuyos".

En un mundo donde la desacralización hasta de lo eclesial gana terreno a diario, donde los templos se van consumiendo con la fría indiferencia de la ausencia, donde la banalidad y el hedonismo carcomen las almas, donde el Leviatán de Hobbes impone la regla del "Homo Hominis lupus", el hombre es lobo del hombre; ellos, los peregrinos le han cambiado el carácter al Milagro de Salta y son la muestra de que Dios opera de maneras desconocidas.

Podrán la Capital y la provincia convertirse en Sodoma y Gomorra, podrán la corrupción y la lujuria llevarse almas para sus orgías y bacanales, pero cuando el Padre decida mandar el castigo y pregunte cuántos justos hay en esa Ciudad, no le dirán que hay sólo diez, podrán mostrarle las postales de esos miles caminando desde los confines como los últimos y perennes soldados de la Virtud.

Si, entonces los peregrinos salvarán a la provincia de Salta.-

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