Gustavo Ibarguren: 'Ser imaginero es una manera de acercar el Cielo a la tierra”

SALTA.- Voces Críticas asistió a la muestra de la colección privada de arte “La gloria Virreinal del Niño Dios”, de Gustavo Ibarguren, salteño, imaginero virreinal, artista plástico y coleccionista de arte colonial.

En un hecho que no registra precedentes, el Museo Casa Arias Rengel, de Florida 20, cobija el tesoro de este artista, enamorado de la gloria de Dios, que engalana con su exquisitez el frenesí que desde tiempos inmemoriales llevó a que el arte de la Iglesia sea referente y emblema en el mundo.

Comienzos de una pasión

Voces Críticas: ¿Cómo surgió la colección de estas imágenes virreinales?

Gustavo Ibarguren: Durante toda la vida he conservado en mi casa muchas de las obras que están expuestas. Luego, con el tiempo, fui enriqueciendo la colección que heredé y fui dándole otro cariz más de coleccionista que de herencia familiar. Esto siempre me apasionó, tiene mucho que ver con mi profesión de escultor, artista plástico, dedicado al arte sacro, a la imaginería, y lógicamente para mí eso es muy valioso, porque son testimonios de escuelas madres, de piezas originales que yo con el tiempo, aplicando todas las técnicas, he ido confeccionando, haciendo los mismos caracteres, la misma técnica de la época virreinal y colonial. Esto fue una pasión por el tema de que siempre hemos tenido una cercanía por la Salta de antes, que era muy chica, donde teníamos mucho contacto con las parroquias e iglesias, que era el ejido donde uno vivenciaba siempre la vida parroquial, pero a su vez era llevado a la casa, uno siempre tuvo esa familiaridad. Otro aspecto que tuvo que ver con esta pasión es el haber tenido tías solteras. Ellas rezaban el rosario, tenían sus oraciones, y uno, claro, único chico en una casa de grandes… evidentemente eso tiene sus frutos.

¿Cuál fue su primera obra?

Hace mil años, el primer Cristo que hice fue hecho en plastilina en la escuela, y lo metí en la heladera para que no se me derrita en tiempos estivales. Son obras originales y muy antiguas, porque arrancamos con un Cristo del siglo XVIII, Manuelito, que es una pieza madre por la antigüedad, hasta unos Niños Dios quiteños, es finísima la escuela quiteña de imaginería; un Niño Dios de cera del Alto Perú; esa formidable Sagrada Familia que preside mi retablo, porque este lugar, estos muebles, la araña de cristal antigua a velas, las pinturas, los Niños, el retablo, todo esto, el reclinatorio y las sillas que también son históricas, son parte de mi vida diaria, digamos, los veo, los uso, porque me gusta entrar en algún horario al oratorio y rezar o ponerme en paz con Dios. No soy una persona practicante efusiva. Soy instintivamente religioso, con sentido común. Soy barroco y estéticamente necesito de este exceso de riqueza y barroquismo que me gusta que rodee, además, porque es parte de mi esencia; soy excesivo, soy pasional, soy barroco, y no es fácil serlo.

De su hogar a la exposición

¿Cuál sería la última obra que está presentando en el día de hoy?

Como última obra tengo varias de este último tiempo. Una de ellas fue un regalo oficial que se le hice al papa Francisco, quien me mandó su carta a través de la Secretaría del Vaticano, agradeciéndome mi intervención en el regalo y una bendición muy especial, y una foto muy amena en la que está él y dice: “Para Gustavo de Francisco”. No es el único Papa que tengo en mi haber, Juan Pablo II, dos veces consecutivas, luego Benedicto, la cual fue un pedido desde la Nación y sirvió como instrumento para allanar los caminos para una negociación que tuvo éxito, entre ellos, el Dr. Abel Albino, quien tiene mucha cercanía al Papa.

¿Estas obras cuentan con una clasificación?

Yo nunca he hecho un inventario razonado de lo que produzco, porque lo mío son piezas únicas y no es seriadas. Quizá veo y voy acomodando mis obras en personas, es como ponerlas en adopción, busco buenos hogares. Cuando el cliente no me gusta, le veo la cara y no me gusta, le digo que no, no se lo hago.

¿Cuál es la obra por la que más se inclina?

A mí los Cristos me encantan, la Virgen María también. Para la iglesia de Tucumán hice una obra muy linda, del Padre Pío, hecha en madera y estuco, ojos de cascarón de vidrio, para la catedral de Tucumán, y está vestido con algo muy emblemático, que es el hábito de vicuña. Una obra de un metro importante, la cual está ubicada en la parte más antigua del baptisterio de la catedral de Tucumán, y es venerado todos los 23 de septiembre por una comunidad de la iglesia catedral que se encarga de su culto.

¿Hay alguna de estas obras que le represente un recuerdo de su vida en particular?

Particularmente en el tema de las obras he hecho de todo: pesebres, nacimientos como los antiguos, Cristos, Vírgenes. Yo tengo una debilidad, quizás por el hecho de que es lo que significa la imagen. He hecho una obra de bien hace unos años: regalarles a los peregrinos de Nazareno la Virgen de Guadalupe, que todos los años la traen caminando dese Nazareno hasta Salta. Es una obra que tiene mucha significación por el uso que tiene la imagen en la gente y para la gente, y realmente me conmueve eso. No sabés la forma en que la tienen, la tienen incluso después del Milagro, peregrinando por acá, porque es la Virgen peregrina.

Tiene otra historia dentro de la historia oficial, ¿es así?

Hubo un pequeño conflicto con el párroco de Nazareno porque no se las quería prestar, entonces yo digo “Bueno, ya cumplí, y ya arréglense, compren una de yeso, ya está” y me lloraron de tal forma, por el amor que le tienen, tanto que me conmovieron, y en nombre de la paz tuve que hacer otra un poquito más grande para que se quede en Nazareno como patrona, porque ellos veneraban un cuadro rodeado de flores, eso era lo que tenían en devoción, pero no contaban con una imagen. Eso me conmueve porque ahí toma sentido mi trayectoria como imaginero, donde soy un medio, un instrumento entre el Cielo, la tierra, y le doy a la gente lo que la gente necesita a través de sus creencias, o sea, de alguna manera los hago cercanos al Cielo, convengamos que es el oficio de traer esa perspectiva a la gente que tiene fe.

Inspiración, divino tesoro

¿En qué se inspira al momento de realizar una obra?

Quizá las expresiones de las inspiraciones son la dulzura, la mansedumbre, el candor, pero para hacer imaginería hay cánones precisos. Sabemos que un san José lleva una vara de pureza, un lirio de pureza, símbolo de su castidad; lleva un hábito verde y una capa bordó y, en algunos casos, lleva al Niño Dios a su derecha, es decir, la iconografía no contradice a la escritura, la enriquece a su vez y la recrea.

¿Usted cree que las personas deben tener alguna base de conocimiento para apreciar con exactitud cada una de las imágenes?

Hacer santos no es simplemente sensibilidad, ni pericia, es saber cómo representarlos, cómo hacerlos, qué es lo que son, qué es lo que representan y eso es un estudio. Hay grandes estudiosos de la imaginería y de los santos, hay grandes tratados y libros, incluso yo soy parte de ello. Tengo mi relación con la Academia Nacional de Bellas Artes, porque hay una cooperación de información, de estudio, de maduración. El arte trasciende la religión, porque el arte es lo único que resiste a la usura del tiempo, y el arte con la religión siempre se han dado muy bien la mano y se han llevado muy bien porque han celebrado el arte, sus dogmas, sus grandes hitos, y es un factor visible que tiene el hombre para poder creer, y más en América, donde hay ese sincretismo, esa unión entre el arte español que se fusiona con el arte americano, y hacen un arte nuevo, barroco, excesivo, como podrás ver en estas obras de arte originales, excepto el Cristo y la Virgen de Pomata.

Advocaciones y técnicas

Haciendo referencia a la Virgen de Pomata, ¿por qué lleva colocado en su corona plumas?

Esta es una imagen propia del Alto Perú. Vos decís, Bolivia, antes de ser independiente, era el Alto Perú, y era nuestro. En el lago Titicaca hay dos santuarios importantes: el de la Virgen de Copacabana, a cargo de los agustinos, en una rivera, y en la otra está Pomata, la Virgen del Rosario de Pomata, a cargo de los dominicos. Esta Virgen es muy célebre, una Virgen triangular digamos, con niño, tiene el rosario, pero tiene una característica esencial, única, tiene una corona y sobre la corona tiene plumas. Uno ve una Virgen con corona de plumas y dice: “Esta es Pomata”. Eso es iconografía, eso es conocimiento de cómo representar los santos y qué es lo que llevan.

¿Cada advocación de la Virgen requiere una vestimenta distinta?

Las imágenes son originales. Son géneros que yo he ido acumulando, quizá haciendo canje con trabajos de restauración, que no le daban valor. Yo no necesitaba el dinero en efectivo, entonces me llegaba con los dueños, con los curas párrocos, que a veces no le dan valor a estas cosas, quizá las tenían guardadas, porque hay una tendencia a lo nuevo, y así llegábamos a un acuerdo. Ellos, felices de no juntar el dinero, me pagaron con estas prendas que yo las he ido acumulando y para mí son un tesoro porque son géneros antiguos, materiales de oro, plata, seda. Es una calidad absoluta en cuanto a la belleza estética y material.

¿Usted fabricó alguna de las prendas?

Tengo el personal de años, como quien me hace las pelucas, de pelo natural para las imágenes cuando lo requieren. La persona que actualmente se encarga de peinar a la Virgen del Milagro fue recomendada por mí hace varios años al arquitecto Sepúlveda, porque se estaba perdiendo la costumbre de peinarla bien a la Virgen, entonces esta señora, señorita, una persona grande, es quien está encargada de eso. Creció conmigo en mi experiencia y realmente es única, es una persona muy juiciosa en su trabajo, así que ella se encarga constantemente de los trabajos que yo le encargo. Peinar una Virgen no es peinarla como instintivamente se quiere, hay que peinar una Virgen; si es española o americana, de bucles. Las imágenes barrocas tienen que tener bucles, hay una costumbre, hay una tradición, hay una forma de vestir que no debe cambiar.

¿Dónde resguarda las imágenes?

Cuento con mi capilla privada, mi oratorio, dedicado exclusivamente a tenerlas, pero no solamente tengo esto, tengo grandes pinturas de Cristos, de Vírgenes, de excelente calidad, originales, divinos, que son los que de acuerdo al tiempo me van acompañando y voy variando de acuerdo al tiempo de Semana Santa. Esa Virgen que preside el altar de mi capilla en un cuadro del siglo XVIII del Alto Perú que quiero muchísimo es una Virgen del Carmen, que le tengo mucha devoción; después tenemos una epifanía que son de principios del XIX, de Cusco, de muy buena escuela; hay un cuadro que es el Cristo Caído, bellísimo, de primera agua, siglo XVIII, muy raro, no se suele encontrarlo, porque está Dios Padre alcanzándole el clavo, como dándole una orden a Cristo para el sacrificio de la cruz, María, que es consolada por un ángel, y en el otro lado, izquierdo, Pedro llorando y el gallo de la negación; es muy curiosa. Después tenemos una Virgen de la Merced, como Virgen de la Misericordia, pintada por mí, porque también me gusta pintar.

¿Cómo surge esta idea de exponer las imágenes?

Por antojo, por generosidad, porque dije: “Hay gente que no tiene acceso a mis obras”, salvo mi círculo íntimo; en la Noche de los Museos, en tiempos de Navidad, mostramos los tesoros que tenemos y los hacemos accesibles a Salta, porque esta memoria ya se ha perdido y es bueno que se la conozca.

¿Durante cuánto tiempo estará disponible la muestra?

Hoy, y nada más que hoy. Nunca más voy a padecer este esfuerzo de trasladar todo con el miedo que tengo; por otro lado quiero destacar que no quiero desacralizar o desmitificar esta colección.

Nota: por pedido del público, la exposición se prolongó hasta el viernes 21 de diciembre.

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