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Laura Cartuccia vuelve a escena con la obra “Tomá pa’ vos y dale a Braulio”

Una abogada contratada como asesora legal de la diputada Cartuccia fue la cojonuda que se atrevió a hablar del tema

Laura Cartuccia. Fuente: Twitter
viernes 19 de junio de 2020

SALTA.- (Por Laureano Núñez Bazán) La Legislatura salteña no descansa, “no gana para sustos”, dirían los parroquianos. Ahora la bomba explotó por el lado “cartucciano”. A escena nuevamente vuelve la estelar, la única, la irrepetible Laura Cartuccia con su obra: “Tomá pa’ vos y dale a Braulio”, aunque pensándolo bien también podría ser “El que parte y reparte, se queda con la mejor parte”.

Hay quienes guardan un bajo perfil, mesurando sus conductas y movimientos, visualizando siempre la prudencia como santo y seña de sus movimientos. En el otro lado del ring se ubican, justamente, los opuestos, aquellos que se fascinan con el poder: poder tener más, más y más, y cada vez más. Este vicio es conocido como “angurria”, y según el diccionario de la Real Academia Española es el “afán de poseer muchas riquezas por el solo placer de atesorarlas sin compartirlas con nadie”.

Viene a cuento esta introducción para entrar de lleno a la situación: Laura Cartuccia, legisladora salteña que asumió de vagón de cola de Martín de los Ríos cuando este partió a ocupar el cargo de ministro de Producción, cobra un diezmo o, estaría mejor expresado, da un diezmo a quienes trabajan para ella.

Una abogada contratada como asesora legal de la diputada Cartuccia fue la cojonuda que se atrevió a hablar del tema. En adelante haremos uso del idioma judicial y nos referiremos a ella como “la letrada”, ya que solicitó reserva de su nombre porque tiene   “referencias sobre el marido de ella, que es bastante peligroso”.

“Yo tenía que cobrar supuestamente por el Banco Macro, me hacen un depósito y me piden la mitad”, cuenta la letrada, pero   como no accedió a la propuesta, el día 1 de enero ya estaba dada de baja. “Yo así no trabajo, yo no le doy la mitad de mi sueldo a nadie”, sentencia.

Cuando ella ingresó expresó al matrimonio contratante que el trabajo que realizaría sería de “asesora jurídica", sin cumplir horarios por sus múltiples ocupaciones, comprometiéndose a realizar proyectos, incluso llegó a acompañar a la diputada Cartuccia a una sesión de la Cámara donde se trató el presupuesto.

Claro que estamos hablando del mes de diciembre, donde la letrada cumplió su rol por el transcurso de diez días aproximadamente, “desde el 10 al 31 de diciembre” porque en el medio estaban las fiestas de fin de año.

“Todo lo que tengás que hablar, háblalo con Carlos, me decía ella, entonces el que me solicita la mitad del dinero es él”, continúa la conversación. Cuando dice Carlos, se refiere al marido de la diputada Cartuccia, Carlos Vargas. “Mi primera reacción fue de molestia, de que no era lo que habíamos acordado y que yo no podía estar cobrando una plata que no cobraba y darle a él en concepto de qué, o sea a él o a la diputada en concepto de qué”.

La estafa genera inmediatamente un sentimiento de frustración, que sintió también la letrada: “Por supuesto, desde lo profesional, y pensando siempre como te decía hace un rato en si esto me lo hacen a mí, imaginate cómo harán con otra gente que no tiene ni siquiera la posibilidad de defenderse”.

La pregunta sobre si se sintió apretada por “esta persona” surgió inevitablemente en la conversación. “…Y sí, desde el lugar de poder que ellos dicen que ocupan, sí, claramente sí, uno se siente de esa manera, por ahí uno tiene las armas como para poder defenderse… Uno siempre piensa en otros empleados que por ahí no se pueden defender…Yo trabajo de manera independiente, no es que yo me estoy quedando sin trabajo y no tengo otra opción, por ahí vos pensá si a mí me lo hacen, imaginá a otra gente, siempre tiendo a pensar en los otros, porque de última yo puedo decir: ‘Yo esto no lo acepto, no lo quiero y no fue lo acordado, listo’”.

Después que la letrada se topa mano a mano con “él”, habló con “ella para comentarle la situación, le dije incluso que ya estaba dada de baja”, e inmediatamente se produce la súbita pérdida de memoria de la diputada Cartuccia, “me decía como que no sabía, como que ella no sabe, siempre tenés que hablar con Carlos, tenés que hablar con Carlos”.  La letrada cortó el teléfono y “de ahí nunca más”.

La pregunta surge de rigor con el correr de la charla: “¿El señor Carlos Vargas en carácter de qué trabaja con la señora Laura Cartuccia, además de su vínculo sentimental, lógicamente?”. “Él creo que tiene un nombramiento en la Cámara -respondió la letrada-, entiendo, la verdad no lo he visto yo en papeles porque incluso cuando yo empiezo entre comillas con ella ni siquiera ella tenía oficina establecida, entonces por ahí cuando había una reunión o algo nos juntábamos en un café, en algún lado porque no tenía oficina”.

Recordó   los mensajes que recibió por WhatsApp de parte de Vargas, “en mal modo” y reclamándole que era lo “acordado”, acusándola de no haber ido a trabajar. “En primer lugar no podía ir a trabajar porque estaban de receso, y en segundo lugar sí fui, yo no tenía una oficina designada, como te digo, han sido días, ni siquiera ellos estaban organizados”.

La letrada elige referirse al proceder del “marido cartucciano”, a ese   mal uso de atribuciones de funcionario público, con un “no es funcionario público, o sea que no le corresponden, son las atribuciones que él tiene, en realidad él maneja todo de ella, ante cualquier situación siempre primero es él que habla con la gente”.

Intentó hablar con otros funcionarios pero, ante la indiferencia, decidió archivar el asunto con la ayuda de las vacaciones y la pandemia. “Yo recibí un proporcional de días, que debe haber sido desde el 15 de diciembre hasta el 31, desde el 15 hasta el 31 yo trabajé… Es más, en un primer momento me pide toda la plata, después me dice que no, que el 50 por ciento”.

Esto no es nuevo en el estrafalario currículum de la diputada Laura Cartuccia, donde abundan los malos tratos y una irrefrenable predisposición al acopio de cargos públicos, acusada de cobrar hasta cuatro sueldos en 2016, sin contar el cargo municipal que poseía en ese entonces. En esta suerte de "telo" manejado por el matrimonio, Carlos Vargas vendría a desempeñar el rol de “caficho”, leyendo al que cobra por los favores obtenidos en el intercambio.

Esta especie de    proxeneta de cargos públicos estaría llevando a cabo un ejercicio de “cobro de sueldo contra natura”, obligando a dar el diezmo o mejor dicho, otorgando el diezmo a quienes prestan servicios para su negocio. Vendría bien recordar la etimología latina de esta palabra: “nec otium”, ‘sin ocio’, cualidad que abunda en esta moderna sociedad civil y económica de favores mutuos integrada por el matrimonio Cartuccia.   Sin más, quedan ustedes debidamente notificados.

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