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Por José María Posse Posse

BELGRANO Y TUCUMÁN

Belgrano tuvo su día más glorioso, que fue sellado el 20 de Febrero del año siguiente en la Batalla de Salta

Belgrano y Tucumán

Sin lugar a dudas, el general Manuel Belgrano está muy ligado a Tucumán y a los tucumanos, desde los comienzos de la Revolución.

En Septiembre de 1812 Belgrano retrocedía con los restos del Ejército del Norte hacia Córdoba. Acompañado por el pueblo de Jujuy (en lo que se conoció como el Éxodo Jujeño), acampó en la Encrucijada en el actual Departamento Burruyacu. Desde allí envió a la ciudad al teniente coronel Juan Ramón Balcarce a fines de solicitar las armas de los vecinos.

Los tucumanos, encabezados por don Bernabé Aráoz alarmados por el desarme, fueron a entrevistarse con el general a su campamento y le pidieron que se quedara a enfrentar al Ejército Realista, en un intento desesperado por evitar el escarmiento que se esperaba de las fuerzas contrarrevolucionarias españolas sobre la Ciudad de San Miguel.

Ante la requisitoria, el general Belgrano les pidió ayuda en hombres, armamentos, alimentos y dinero para poder hacer frente a las poderosas fuerzas que lo seguían de cerca, a lo que don Bernabé respondió ofreciéndole el doble de lo solicitado.
Fue así, que el 24 de Septiembre de 1812, en la Batalla de Tucumán, se salvó la suerte de la Revolución Sudamericana. Belgrano tuvo su día más glorioso, que fue sellado el 20 de Febrero del año siguiente en la Batalla de Salta.

En esa acción tuvo también la colaboración decidida de los tucumanos. El general dejó un claro testimonio de ello en sus partes al Gobierno Central: No halló expresiones bastantes para elogiar a los jefes, oficiales, soldados, tambores y milicias que nos acompañaron del Tucumán a las órdenes de su Coronel Bernabé Aráoz.

El Primer Triunvirato le había ordenado en 1812 guardar la bandera que había creado ese año a orillas del Río Paraná y que hizo bendecir y jurar a sus soldados en Jujuy. Si bien no flameó durante la Batalla de Tucumán (los patriotas usaron la escarapela para diferenciarse), junto con Bernabé Aráoz decidieron una estrategia que poco se conoce. Aráoz encargó la confección de una bandera nacional y la entregó solemnemente al convento de San Francisco, que era el único establecimiento educativo de la provincia. De esa manera, no era Belgrano el que desobedecía directamente, pero se entregaba a las futuras generaciones, la insignia que representaba a la patria que nacía en medio de las tribulaciones de la guerra.

Esa bandera, es el paño comprobadamente más antiguo existente, y se encuentra preservado actualmente en el museo del convento franciscano.

Luego de las derrotas en Vilcapugio y Ayohuma, el general Belgrano se retiró a Tucumán, donde fue reemplazado en el mando por el entonces Coronel don José de San Martín. Fue en ésta provincia (durante cuatro meses), que se trataron personalmente, ya que jamás habían estado juntos antes.

Belgrano puso al tanto de San Martín, acerca de los problemas que debería enfrentar, si intentaba por éste camino llegar a Lima, sede del poder central realista en el Perú. Éste entendió de inmediato que razones de índole operativa y logística hacían prácticamente imposible tal empresa.

De todas aquellas charlas, surgió la estrategia final de San Martín en la planificación del Plan Continental. Se haría fuerte a Tucumán, fortificándola para convertirla en el bastión de la revolución, el límite septentrional hasta donde podría eventualmente avanzar un ejército invasor. Para ello mandó a construir el fuerte de la Ciudadela, que se convertiría en el centro de operaciones, cuartel general y de adiestramiento de tropas del Ejército del Norte.

Desde lo político, separó a Tucumán de Salta (cuya clase dirigente era mayoritariamente realista), de quién dependía jurisdiccionalmente, creando la Provincia Autónoma de Tucumán. Se recomendó también al Director Posadas, colocar como primer gobernador a don Bernabé. Al respecto San Martín le escribe: “Aráoz es un sujeto que me atrevo a asegurar no se encuentran diez en América que reúnan más virtudes… ” Estos conceptos fueron decisivos para su nombramiento.

El Director Juan Gervasio de Posadas finalmente dictó el Decreto de fecha 8 de Octubre de 1814 creando la Provincia del Tucumán, desmembrando definitivamente la jurisdicción de Salta. Santiago del Estero y Catamarca, quedaron asimismo bajo la jurisdicción de Tucumán, con asiento de gobierno en la ciudad de San Miguel.

Con ello también se premiaba a los tucumanos su aporte determinante en las dos batallas que decidieron la suerte de los acontecimientos futuros. En Tucumán, el germen revolucionario había prosperado como en ninguna otra provincia.
Mientras se construía la fortificación, Belgrano departía con el futuro Libertador de Chile y Perú acerca del rumbo que debía seguir la Revolución.

También el 25 de mayo de 1814, a instancias de Belgrano, el gobernador Aráoz hizo flamear por primera vez en el cabildo de Tucumán la bandera que había creado, sin importar ya las posibles represalias. Aquí también le entregó al luego Libertador de América, la Bandera de los Andes, que San Martín lució victoriosa en Chile y Perú.

La Bandera de su creación, a la que luego se le agregaría el Sol de Mayo (que simboliza también al Dios Inti, para los indígenas americanos), se oficializaría en el Congreso de Tucumán en 1816.

Belgrano designó como primer abanderado del Ejército de Norte a un adolescente Tucumano, Manuel Domingo Basail, por sus cualidades y meritoria conducta. A los 15 años, por recomendación especial de Belgrano, el Directorio lo ascendió al grado de teniente.

El general Manuel Belgrano fue enviado a una misión diplomática en Europa en 1815. Regresó a Tucumán en los momentos culminantes del Congreso de 1816. El 6 de Julio, en reunión secreta con los congresales, informó acerca de los acontecimientos en el Viejo Mundo y alentó la urgente resolución de declarar la Independencia, lo que se realizó tres días más tarde.

Estuvo en Tucumán en el momento que nacíamos como país libre e independiente, como estuvo seis años atrás en Buenos Aires, cuando el 25 de Mayo se iniciaba la gesta por la libertad. En ambos eventos históricos, fue una figura esencial y determinante.
Ese año se lo designó como Capitán General de la Provincia, y quedó al frente del fuerte de la Ciudadela al mando de 2.500 efectivos, coordinando las acciones de guerra en el Norte (en concordancia con el Plan Continental que ayudó, como ya vimos, a desarrollar junto al general San Martín), y dirigiendo el adiestramiento de las tropas.

Organizó la columna al mando del coronel Francisco Zelada, que debía engrosar el Ejército de los Andes y cruzar hacia Chile desde la Rioja. Éste grupo tomó Copiapó y en la Batalla de Huasco terminó con las fuerzas realistas en el sur del vecino país.
La labor de Belgrano desde el fuerte de Tucumán, servía también como forma de obligar al ejército español a mantener una nutrida tropa en el Alto Perú (actual Bolivia), y de esa manera distraer fuerzas que luego les serían fundamentales para recobrar Lima, cuando cayó en manos de San Martín.

También desde Tucumán, impartía las órdenes que debía seguir el general don Martín Miguel de Guemes, en la estrategia de la Guerra Gaucha.

Entre tantas disposiciones de importancia que resolvió, se destaca la de enviar al joven teniente coronel tucumano Gregorio Aráoz de Lamadrid (a quién tenía en la mayor estima y confianza), al frente del batallón de Húsares de Tucumán, en una operación de tipo comando. En un combate desigual, el valiente tucumano tomó la ciudad de Tarija, detrás de las líneas enemigas. Ello obligó al repliegue realista de la frontera salto jujeña, descomprimiendo la presión sobre las milicias gauchas que peleaban en el Norte.

Desde el Cuartel de la Ciudadela salían frecuentes envíos de armamentos, tropas y bastimentos para apoyar a las milicias gauchas que peleaban principalmente en el teatro de operaciones de Jujuy. Allí se destacaba el coronel Manuel Eduardo Arias, héroe de la Batalla de Humahuaca, al que el general Belgrano distinguió con una especial condecoración.

En nuestra provincia se enamoró de doña Dolores Helguero, fruto de cuya relación nació su hija Manuela Mónica. Para su desgracia, antes de enterarse del embarazo de su novia, fue enviado a una misión militar al Litoral. La familia de ella, a fin de evitar el escándalo, la hizo casar con otro hombre. Fue así que Belgrano no pudo concretar su unión con su amor tucumano.

Regresó ya enfermo a finales de 1819 para habitar su humilde rancho ubicado en las inmediaciones de donde actualmente se levanta la “Casa Belgraniana” (Bolívar y Bernabé Aráoz), allí conoció a su hija y le prodigó su cariño paterno.

Al poco tiempo quedó envuelto en las tensiones de una asonada de los soldados del fuerte, en contra del jefe de la guarnición, que terminó en el derrocamiento del gobernador de La Mota Botello. Los rebeldes quisieron ponerle a Belgrano grilletes en los pies para evitar que con su prestigio y autoridad se les opusiera. Ello fue impedido por su médico Joseph Redhead, en razón de quebrantada salud del general, pero se le puso una guardia en la puerta de su habitación.

Todo ello lo sumió en una gran depresión, por lo que decidió regresar a su casa paterna en Buenos Aires, a fin de intentar buscar una cura a su quebrantada salud.

Las arcas de la provincia estaban en ruinas luego de 10 años de solventar casi en soledad las luchas por la Independencia. En razón de ello, Tucumán no pudo solventar económicamente su traslado a Buenos Aires. Bernabé Aráoz, nuevamente elegido gobernador por esos días, pudo honrar al general al pagar de su peculio los gastos de la tropa que custodió a Belgrano hasta Córdoba.

No regresaría nunca más a su querido Tucumán, del cual se retiró apesadumbrado, como lo relata Aráoz de Lamadrid, quién lo encontró en el camino.

Murió en Buenos Aires el 20 de Junio de 1820, en medio de la efervescencia política del momento. Apenas dos líneas en un diario de la época, despedían al hombre más virtuoso, al más arrojado y valiente de la Revolución.
Tuvieron que utilizar el mármol de una cómoda de su habitación, para grabarle su nombre en la lápida que cubriría sus restos, pues la guerra lo había arruinado económicamente por completo. Su última pertenencia valiosa, un reloj de oro, lo entregó a su médico como forma de pagar sus deudas.

Para muchos, el general Manuel Belgrano es el verdadero padre moral e intelectual de la Patria, ejemplo de virtudes cívicas, de entrega y amor a la causa por la Libertad.

José María Posse
Miembro del Instituto
Belgraniano de Tucumán.

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