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ROSAS PARA LOS ENAMORADOS

San Jorge, los misterios de la “Leyenda áurea” y el dragón

La tradición aragonesa manda regalar rosas en recuerdo del triunfo de san Jorge sobre el feroz animal que aterraba a la población de Silena

San Jorge, los misterios de la “Leyenda áurea” y el dragón

SALTA (Por Carolina Mena Saravia) San Jorge, san Jordi, san Zorzo o san Seoirse, como se lo conoce en los distintos lugares del mundo de donde es patrono, abona sus milagros desde las páginas de la “Leyenda áurea”, plasmada en los folios escritos por Jacobo de la Vorágine, en los que relata minuciosamente la vida de los santos, un verdadero compilado medieval que sirvió para disparar los pinceles y cinceles de artistas de todos los tiempos que, subyugados por la vida de virtudes y sacrificios de los santos y mártires, se volcaron a inmortalizarlas. Un aterrador dragón, símbolo del mal, es vencido por el santo.  

San Jorge se nos presenta por lo general con uniforme militar, montado en un corcel blanco, a la manera de san Martín de Tours o del apóstol Santiago, patrono de España. Rodeado de un halo de misterio, su vida tiene ribetes maravillosos.

Cuenta la "Leyenda áurea" que, a la ciudad de Silena, en la provincia de Libia, llega un oficial del estado romano llamado Jorge. La amenaza sobre la población era una constante, el miedo acaparaba la vida diaria aterrando a sus habitantes. La razón era un animal desconocido, una suerte de dragón que habitaba en el lago que proveía de agua al pueblo.

 

El canje de ovejas por el preciado bien para abastecer el poblado no se hizo esperar, dos animales por día le ofrendaban para que el dragón permaneciera en el sitio, evitando que se desplazase a los muros exteriores que rodeaban la urbe. Pronto se terminaron las cabezas de ganado, viéndose obligados a alternar como ofrenda a los hijos de los campesinos, pero estos también, poco a poco, fueron liquidándose.

En el sorteo que efectuaban cada día, la suerte no tardó en posarse sobre la hija del rey. Sumido en una profunda angustia, su padre entrega al dragón la vida de su hija. En esos momentos, relata Jacobo de la Vorágine, acierta a pasar por el lugar el soldado Jorge, que, viendo la angustia de la mujer, la tranquiliza y acompaña a la espera de que el animal apareciera para devorarla.

Los ruegos de la princesa para que la abandonara y salvara su vida no amedrentaron a Jorge, que permanecía impertérrito en las orillas del estanque. Pronto vieron una cabeza aterradora asomarse entre la maleza y, dejando que el animal se acercara al cuerpo tembloroso de la princesa, lo hirió gravemente, permitiendo que la dama colocara una cuerda y lo llevara arrastrando, tal como le solicitara san Jorge.

Como un dócil can, lo paseó por las calles desoladas por el terror. Los habitantes desde sus moradas asistían, incrédulos, al espectáculo menos esperado. Jorge, alzando la voz, comunica al rey que él fue enviado por Dios para liberar al pueblo de este mal, y pidió que se bautizaran a la fe cristiana. Así sucedió, el “creed en Cristo y bautizaros” no se hizo esperar, y con la muerte de la fiera llegó el alivio.

Un hombre del linaje de los capadocios, fiero guerrero, había logrado la conversión a granel de almas para la grey católica. Esta historia, posiblemente originada en el siglo IV, sirvió de inspiración para los relatos fantásticos sobre caballeros, héroes, dragones y princesas.

Se estima que san Jorge, mártir, murió en las murallas de Nicomedia el 23 de abril del año 303 por orden del emperador Dioclesiano, y fue enterrado en Lydda, actual Diospolis, sobre cuya tumba se construyó una iglesia, que fue destruida y más tarde reconstruida por los cruzados en dos oportunidades, que actualmente permanece allí.

A su veneración en el Imperio romano de Oriente se suma en el siglo V el Imperio romano de Occidente. Fue canonizado por el papa Gelasio I en el 494. Hoy san Jorge es patrono de estados y ciudades diseminados alrededor del mundo, en países como España, Portugal, Francia, Georgia, Rusia y el continente americano.

Durante la Edad Media, san Jorge acudió en ayuda del reino de Aragón en más de una oportunidad para liberarlos del asedio del rey Sancho, y por su intercesión el rey Pedro I logra la conquista de Huesca. Desde esa fecha se convirtió en su patrono.

La tradición manda entregar una rosa recordando el arbusto que creció en el lugar donde fue derramada la sangre del feroz dragón. Este ritual es un hábito el 23 de abril, y los enamorados la regalan a sus amadas, una flor púrpura, símbolo de la pasión y del honor.

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